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La ruptura del canon y sus consecuencias

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31.03.2024

Mucha gente se pregunta estos días por las razones de la demencial escalada militar a la que se están entregando los políticos europeos. Las bravatas del caballerete Emmanuel Macron sobre el envío de tropas francesas (y bálticas y polacas) a Ucrania. Las presiones sobre el timorato canciller alemán Olaf Scholz para suministrar misiles alemanes capaces de golpear territorio ruso desde Ucrania. Las reveladas discusiones de sus generales sobre si conviene hacer eso, como ya lo hacen los ingleses y los franceses con sus misiles “Scalp” y “Storm Shadow”, o si por el contrario convendría disimularlo de alguna forma. La histeria de los Borrell y Von der Leyen acerca de que si no se detiene a “Putin” en Ucrania, este continuará un avance militar sobre los países bálticos y Polonia, amenazando la seguridad europea. Todo eso, en definitiva, que llena nuestros medios de comunicación de titulares y de mensajes de nuestros necios expertos y comunicadores animando y preparando al público para una guerra aún mucho mayor en Europa. ¿Cómo se ha podido llegar a este trágico y extremadamente peligroso carnaval?

La respuesta no es la criminal invasión rusa de Ucrania iniciada en febrero de 2022 con su espantosa carnicería, de la misma forma en que la incursión palestina del 7 de octubre no es el desencadenante del genocidio israelí en curso. Si en Palestina hay que referirse a una larga historia de colonialismo y limpieza étnica, donde la incursión armada del 7 de octubre desde el gran campo de concentración de Gaza fue un mero episodio de resistencia inmediatamente aprovechado, tergiversado y magnificado por Israel para avanzar en la “solución final” que el sionismo siempre ha concebido al problema del derecho a la existenciade la población autóctona de Palestina, en la guerra de Ucrania, y más en general en la cuestión de la seguridad europea, se trata de la ruptura continuada, a lo largo de un cuarto de siglo, del canon en materia de relaciones entre superpotencias nucleares. Me refiero con eso a la ruptura del conjunto de normas y preceptos, expresos acuerdos y tratados internacionales, así como al sentido común militar que regía las relaciones entre las dos superpotencias nucleares del mundo bipolar de la Guerra Fría.

Aquel catálogo de normas y aquel sentido común político-militar, extraído de la experiencia de los conflictos y tensiones entre las superpotencias desde que existe el arma nuclear capaz de destruir la civilización planetaria, prescribía límites y líneas rojas que no podían ser traspasadas sin arriesgarse a desencadenar una catástrofe que nadie deseaba. Establecía, por ejemplo, la imposibilidad de desplegar determinadas capacidades militares, armas, recursos y alianzas en determinadas geografías susceptibles de rodear geoestratégicamente al adversario o de fomentar tal sensación en él, como por ejemplo se vio en la crisis de los misiles de Cuba de octubre de 1962. Los expertos posmodernos del atlantismo insisten en que el mundo de hoy ha dejado atrás el anacronismo de las “zonas de influencia”, pero son desmentidos no solo por la práctica y proyección del hegemonismo occidental en el mundo, sino por la elocuencia de sus más genuinos representantes, como el exconsejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos John Bolton.

El peligro de la situación actual reside en el hecho de que en los últimos 25 años Occidente ha roto por completo ese canon, mientras que Rusia continúa plenamente imbuida en él. De esa divergencia se desprende un gran peligro.

Una de las lecciones de la crisis de octubre de 1962 en el Caribe es la facilidad con la que los acontecimientos pueden escapar al control

Una........

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