La última cena de los idiotas
Papa: ¡Quiero una última cena con un Cristo y doce discípulos! ¡Sin canguros, sin espectáculos de trampolín, para el jueves a mediodía o no cobras!
Miguel Ángel: Maldito fascista…
Papa: ¡Soy el maldito Papa! ¡Puede que no sepa mucho de arte pero sé lo que me gusta!
Monty Python en Hollywood, 1982
Imaginen que el titular juguetón que acaban de leer atrae a algún despistado militante católico, apostólico y romano a machamartillo. Pero, ¿qué es esto?, dirá para sus adentros inflamados de santa ira. ¿Cómo? ¿Acaso ese titular se atreve a llamar idiotas a los apóstoles y, lo que es peor, al mismísimo Jesucristo? El indignadito antiwoke pasará de la estupefacción al resquemor en forma de comentario flamígero en las redes sociales acusando a CTXT de propaganda anticristiana. Algunos otros opinadores de sillón le darán la razón y pedirán pira para la malvada autora de semejante libelo, mientras que otros le harán notar la posibilidad de que la susodicha, quien lleva unos cuantos años firmando piezas relacionadas con la cultura audiovisual, haya usado un inocente juego polisémico para hacer referencia a la muy conocida película La cena de los idiotas (1988), dirigida por el dramaturgo francés Francis Weber, a partir de su propio y exitosísimo texto teatral, en el que, por supuesto, no se hace ninguna mención a la religión cristiana.
Idiotas a los mandos
Imaginen también que esos argumentos y explicaciones caen en saco roto y el comentario del ofendido primigenio logra crear la suficiente polvareda viral hasta llegar a la hipérbole –otra figura literaria–. El ruido pseudomediático provocaría que una asociación privada autoproclamada Defensora de la Fe, interpusiera una denuncia, pidiendo castigo ejemplar para los intolerantes ateos que se han atrevido a ejercer la libertad de expresión con fines espurios. Así, denunciaría a la escritora y al director de la revista ante los tribunales competentes. Rizando el rizo, porque sabemos que es algo francamente inverosímil, un juez y una fiscalía podrían imputar a los dos un delito contra los sentimientos religiosos. Estamos abusando de sus capacidades imaginativas, lo sabemos, pero intenten visualizar esa vista en los juzgados de Plaza de Castilla, con católicos vociferantes a sus puertas, manifestándose contra los osados que han utilizado figuras literarias con intenciones satíricas........
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