El Fary & Ava Gardner: ¿y por qué no?
Los caminos del morbo son inescrutables. Y las calles del Madrid nocturno, un laberinto trazado por Lucifer cuando se pone artista. Cuenta un cuento de Madrid que, una noche de 1960, el llamado “animal más bello del mundo” huyó de un baile buscando a alguien que se le había extraviado, un gitano fugado de un romance de Lorca; que buscó un taxi, en la esperanza de encontrar a ese hombre en algún sitio, y que resultó un duendecillo de Las Ventas quien lo conducía. Lo que sucediera después, entre el duende y la vestal del bosque, son unos gloriosos puntos suspensivos en que pueden poner ustedes lo que quieran. Que para eso están los cuentos como éste.
Pongamos que el duendecillo se llamaba José Luis Cantero Rada: 23 años lozanos por entonces; 1,55 metros de estatura; taxista de oficio, cantante de copla por raza y vocación. Pongamos que la vestal se llamaba Ava Lavinia Gardner: 38 majestuosos años; hechuras de Venus de Milo; de profesión estrella de Hollywood, de vocación La Fiesta.
“Ella salía de [la sala de fiestas] Pasapoga. Yo estaba con mi taxi esperando y llegó el portero: “Fary, que te vas a llevar a Ava Gardner”. A la venta de Manolo Manzanilla. Digo: dabuten”.
Eso es lo que contó el duendecillo Cantero en televisión a Javier Gurruchaga en 1988, conocido ya en todo el país como El Fary: súbita revelación del género canción española cuando casi nadie lo esperaba. Casi nadie menos él, porque el vigor y la alegría expansiva que siempre tuvo le hicieron no perder jamás la fe en sí mismo. Ni en lo cortés, ni en lo valiente. Si no había perdido ese morro cheli con más de 40 años, que fue cuando eclosionó para el gran público, hay que imaginárselo 20 años antes.
Así que quién dijo Miedo.
A partir de ese punto de la noche en la acera de Pasapoga –Gran Vía, 37–, las versiones del cuento, orales y escritas, empiezan a diferir
Porque, a partir de ese punto de la noche en la acera de Pasapoga –Gran Vía, 37–, las versiones del cuento, orales y escritas, empiezan a diferir. Según contó a Gurruchaga: “Pasé una noche feliz con Ava Gardner. Fue de verdad maravillosa, con todos los flamencos. Comimos churros por la mañana, ya muy puestos, donde La Chata, una chocolatería. Y a las once u once y media la acerqué al Ritz. Y ya no hubo manera de… localizarla”.
Sin embargo, la versión más extendida después pretende que no hubo tal juerga. Con dos variables en el laberinto. Unos dicen que, en su búsqueda del gitano que tanto deseaba –un bailaor llamado Faíco–, Ava Gardner dio pronto con éste en otro local, y que el taxista hizo guardia en la puerta toda la noche esperando para llevarla al hotel. Otros dicen que jamás encontraron a ese hombre; que Gardner pasó horas en el asiento del copiloto, bebiendo de su petaca, probando en uno y otro antro hasta que el conductor le aconsejó abandonar la búsqueda. Pero el Fary reiteraba su propia versión de los hechos; también a Mercedes Milá, en cuyo programa contó que la actriz se sentó a su lado en el coche y le pidió en digno castellano que la llevara “de fiesta donde nos canten flamenco” y hubiera “sopas de ajo” (detalle........
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