“Existe el derecho a permanecer donde has nacido”
El dictador Francisco Franco fue bautizado de muy distintas maneras por la (silenciada) voz popular. Una de ellas era Paco Pantanos, debido a su tenaz obsesión con embalsar el país. En teoría, para equilibrar el exceso de agua de unas zonas y su carencia en otras. Sin embargo, “fue la Comisión de Caminos y Canales de 1820 la que sentó las bases del paradigma hidráulico, consolidado en 1902 por el Plan Gasset, que establecía la creación de una imbricada red de estructuras con la que ampliar las extensiones de regadío y, a la postre, generar riqueza para los hunos y no para los hotros. Más de mil doscientas grandes presas después, España es uno de los países más embalsados del mundo. (…) La república primero, el franquismo después y la democracia en la época más reciente han perpetuado el plan establecido”.
Esas líneas pertenecen a Memorias ahogadas (Pepitas de Calabaza), escrito al alimón por el tándem periodístico formado por Mª Ángeles Fernández y Jairo Marcos (1983). Es una narración poderosa, pero no tiene más ficción que la que la imaginación del lector pueda añadirle al tantear entre líneas el pudoroso sufrimiento de tantas personas que desfilan por sus páginas. Personas reales, desterradas de sus casas cuando el gobierno de turno consideraba que el entorno en que vivían debía convertirse en un embalse. Pudiera ser realismo mágico, pero es crónica real de muertes anunciadas, sentenciadas y silenciadas a lo largo de nuestra historia reciente. Valles y pueblos enteros sepultados literalmente por el agua, y vidas ahogadas después por una orfandad que no remite nunca. “El principio utilitarista por encima del derecho a la vida”, escriben los autores. Pero –y esto es lo que convierte al libro en periodismo de calibre– el pulso interpretativo es sólo el cauce para los testimonios, datos y hechos con que consiguen revelar un rostro sombrío, lacerante de pura verdad, del mapa de España que solemos ver en las noticias. De paso, los meandros de su investigación acaban exhumando otras historias, muy poco conocidas, que van a dar a un mismo pozo: el de la ignorancia y el olvido de todo lo que estorba a los relatos oficiales.
Jairo y Mª Ángeles –que trabajan juntos desde hace años bajo el lema común Desplazados– ya contaban con experiencia cubriendo conflictos entre pueblos y empresas hidroeléctricas en América Latina. Esta vez quisieron mirar la cuestión “en nuestro entorno más cercano”. La idea de esta larga crónica data de hace casi una década, pero fue la lectura de otro libro de Julio Llamazares, Distintas formas de mirar el agua, lo que de alguna forma prendió la mecha. Es una cuestión central del primer capítulo de Memorias ahogadas –la realidad acaba por buscar el simbolismo–: el escritor Juan Benet (Madrid, 1927), ingeniero antes que pontífice de las letras españolas, fue quien concibió el plan para el embalse del río Porma, en León, por el cual fueron sumergidos seis pueblos en 1967: “Vegamián, Armada, Campillo, Ferreras, Lodares y Quintanilla. Las mejores tierras de Camposolillo y Utrero fueron expropiadas”, por lo que “los ocho pueblos terminaron sepultados”… Dándose la circunstancia de que Vegamián era el pueblo natal del también futuro escritor Julio Llamazares (1955). “Así que escribes gracias a mí”, dijo Benet a éste cuando se conocieron. Y sí: es probable que Llamazares –doce años cuando el diluvio– empezara a escribir, entre otras cosas, para conjurar la soledad, después de que Benet y cía. sepultaran Vegamián tal y como un soplo bíblico barre Macondo de la memoria de los hombres…
La obra más célebre de Benet, Volverás a Región, que concibió en la zona del embalse, está, escribís, “ambientada en estos parajes del nordeste leonés (…) Describe un espacio de ruina y desolación. Un horizonte entre montañas abocado al olvido........© CTXT
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