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Fegato alla veneziana

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01.09.2024

-AHÍ VIENE LA PLAGA. La Venecia que tenía en la cabeza en mi primera juventud era, como siempre sucede, una imagen de la generación anterior, formada a través de las palabras que la generación que te precede va dejando, como quien no quiere la cosa, en tu oreja, en su lóbulo, ese punto en el que las palabras pueden caer al suelo o penetrar hasta el cerebro. En mi cabeza, así, Venecia era un sitio sucio, divertido, desordenado, pop, bullicioso y camp –esa palabra olvidada, que, en los 70, lo fue todo; no confíen en el lenguaje; cambia, muta; es imposible perseguirlo porque es inalcanzable–. En mi cabeza había, incluso, detalles narrados sobre Venecia por los mayores, que se habían ido solidificando y adquiriendo la forma y la importancia de cosas certeras que nunca había visto, ni vería, como decenas de chicos y chicas hippies, de todos los países del mundo, sentados en el suelo con sus manuscritos sobre el regazo, a las puertas de la casa de Ezra Pound, esperando para ser recibidos, escuchados, mirados, leídos por el poeta, algo que nunca jamás pasaría, pues Pound, desde 1945, permanecía hermético, derrotado, redimiendo sus pecados. De alguna forma, creo que empecé a leer a Pound, unos años después, para ser recibido por él, cuando Pound y Venecia ya, definitivamente, no existían. No existían al punto de que, tanto Pound como Venecia, para entonces, ya habían cambiado de significado. Pound, aquel majara inoperante que a) defendió ante el Duce, que alucinaba, su plan para emitir dinero de colores que caducaría al mes, lo que acabaría con la usura. Que, en plena guerra, b) lanzaba arengas en la radio, en modo Rosa de Tokio/amelicanos, ¿pol qué lucháis?, para desanimar a los marines. Que c) cuando finalmente fue detenido por los partisanos, fue declarado en un periquete como “carente de interés”, hoy, definitivamente separado de su fantástica obra poética, ha pasado a ser el símbolo fascista, al punto que fascistas, que nunca jamás leerán a Pound, le dedican un importante local suyo en Roma. Y Venecia, a su vez, ha pasado a ser, no el símbolo de una época, sino la primera contribución explícita de una época, una época en la que el turismo es una industria que se erige por encima de las personas, de manera que acaba, arrasa, sustituye ciudades como Venecia. Aquella ciudad hace años que carece de los servicios que permiten a una ciudad llamarse así y, por lo mismo, que permiten la vida de los venecianos –panaderías, tiendas de comestibles, de zapatos, de calzoncillos, de bragas, papelerías–, por lo que ya no alberga venecianos, las únicas personas en Venecia que no pueden pagarse la pernocta. Hola, bienvenidos a ‘Como los griegos’, una sección que habla de comer lo que hacemos con las manos. Hoy les presento una receta sencillísima, baratísima y antaño muy propia de una ciudad fantasma, actualmente sin habitantes, llamada Venecia. En su elaboración han participado generaciones y generaciones de........

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