Un retrato de la gentrificación en Málaga, y de la resistencia
Una pareja de jóvenes teletrabajadores se muda a uno de los nuevos rascacielos que se erigen, solitarios, en distintos puntos de las densas barriadas de los años sesenta que conforman gran parte de la ciudad de Málaga. Reciben todo lo necesario para equipar su nuevo hogar en paquetes de la gran tienda online estadounidense. Han llegado atraídos por la promesa de sol, playa, buenas comunicaciones y “calidad de vida” a un precio asequible para ellos. Sin embargo, pronto se verán obligados a lidiar con algo inesperado: están, de hecho, en Málaga.
Esta es la premisa del cortometraje La Banda, dirigido por Leo Jiménez y Delia Márquez, con guion de Simona Frabotta y estrenado este año en el Festival de Málaga. “Ellos también están siendo engañados”, recalcan las creadoras del corto, que comparten un desconcierto habitual entre los malagueños por el acelerado proceso de gentrificación que está viviendo su ciudad, vinculado a la industria turística y sus derivados. Les resulta chocante, por ejemplo, que se hayan edificado y vendido pisos por dos millones de euros en el litoral oeste.
En los vídeos promocionales de las Málaga Towers de Metrovacesa, protagonizados por Antonio Banderas, la playa de la Misericordia tiene una arena limpia y clara y es ocupada por personas jóvenes, de belleza canónica, que se divierten solas, en pareja o en pequeños grupos.
Poco que ver con la realidad que habrán encontrado sus primeros habitantes: una playa salpicada de piedras, que aún alberga residuos de la antigua fundición de plomo, donde las familias de la zona acuden a pasar el día equipadas con sillas, mesas, altavoces, bolsas y neveritas. Una playa cuyas fuentes y duchas se cortaron el verano pasado por la sequía y está por ver si volverán a activarse en algún momento.
“Los nuevos desarrollos inmobiliarios en Málaga incluyen inmuebles a 600.000 y 700.000 euros que se venden muy rápidamente. Pensamos que aquí hay un desplazamiento de población”, dice Curro Machuca, portavoz del Sindicato de Inquilinos de Málaga. “La población que trabaja en la ciudad no puede acceder a la vivienda, pero la población que viene a disfrutar del sector turístico sí, porque tiene un mayor poder adquisitivo. Se está desplazando a los trabajadores a las periferias, donde no hay suficiente vivienda y los precios se han vuelto ya abiertamente obscenos. Es un problema al que se ve poca salida sin una intervención política”.
“Se está desplazando a los trabajadores a las periferias”
“Irte a vivir a Álora, Cártama o Alhaurín no me parece un drama. Son pueblos muy bonitos, donde se puede tener una calidad de........
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