2000-24, un cuarto de siglo musical
El primer cuarto del siglo. Aunque sabemos que oficialmente el siglo 21 comenzó el 1 de enero de 2001, hemos comprobado que empezaba a generarse en redes cierto runrún por los 25 primeros años de este y, muy probablemente, tratar de ponernos exactos aquí nos habría llevado a quedarnos fuera de la ola. Por eso, esta lista nace con una errata intencionada que nos permite evitar cierta sobreexposición.
Esta lista no pretende ser canónica, pero sí un cierto reflejo de estos últimos 25 años en los que hemos comprobado cómo el mainstream ha dejado de estar mal visto, que la mirada se ha desviado, en parte, de lo anglosajón hacia lo latino (creemos que el debate sobre la importancia del reguetón es cada vez menos necesario), que el hip-hop se ha convertido en una música bastarda y global y la electrónica, lo urbano y el R’n’B ha difuminado completamente sus fronteras. De todo ello hay un poco en los 50 discos (más otras 5 debilidades personales) escogidos, pero primando, siempre, nuestras preferencias musicales frente a lo enciclopédico.
Podrían haber sido otros 50 y la lista tendría el mismo sentido, pero aquí están los elegidos, nuestros 50 discos preferidos de los últimos 25 años:
1 | Teen dream | Beach House (2010)
Que Teen dream se publicara en lo más duro del duro invierno (finales de enero de 2010) simplemente no puede ser casualidad. Ningún disco reciente evoca de forma más certera y profunda las emociones relacionadas con la escasez de luz natural y la búsqueda de refugios, físicos o extracorpóreos, para mitigar los rigores climáticos y afectivos estacionales. Las letras de Victoria Legrand, que por su arrebato poético suenan generalmente crípticas y realzan esa aura etérea de Teen dream, se vuelven en ocasiones disparos a quemarropa (“The face that you see in the door isn't standing there anymore / In a matter of time it would slip from my mind” canta Legrand en Walk in the Park) para recordarnos la sentencia última que determina nuestras vidas de felicidad frágil y efímera: el tiempo no todo lo cura, pero eventualmente todo lo esconde.
El disco incluido en esta lista que transmite de forma más lúcida la sensación física de estar congelándose por dentro es también, a nuestro juicio, el mejor disco en lo que llevamos de siglo. Por supuesto, al consenso por el temblor. DM
2 | Born to die | Lana del Rey (2012)
Las campanas que suenan al inicio de Video Games vaticinaban el inicio de una época. El videoclip, un compendio de imágenes de aspecto DIY, con referencias al imaginario hollywoodense intercaladas con la propia Lizzy Grant mirando a cámara cantando dibujaban el zeitgeist de una generación. Con su álbum debut, Lana del Rey irrumpía en un paisaje musical dominado por el upbeat con sus melodías atmosféricas y lentas y su voz ensoñada. Sus letras –oscuras, profundamente poéticas– hablan sobre la desconexión con el propio deseo y el peso de la realidad cuando los sueños se desdibujan en contacto con ella, sobre cómo teniéndolo todo (belleza, juventud, dinero) puedes seguir sintiéndote profundamente miserable “Your soul is haunting me and telling me that everything is fine/But I wish I was dead”. Born to Die fue la revelación de todo lo que estaba por venir, redefinió lo que es ser una mujer en la música, apropiándose de su propio relato y con la honestidad bruta como motor. CS
3 | E•mo•tion | Carly Rae Jepsen (2015)
A principios de la década de 2010, en el apogeo de la cultura hipster y la decadencia Tumblr, el mundo sucumbió ante una muestra de pop perfecto luminoso titulada Call Me Maybe firmada por una joven canadiense proveniente del Canadian Idol: Carly Rae Jepsen.
Hablamos de un éxito absolutamente masivo que, por desgracia, ensombreció un sucesor cuyas cualidades brillaban más que el sol y, quizá por ello, cegó a la gente en su momento que decidió mirar a otro lado. E•mo•tion mostraba mayor madurez, concreción de sonido, elegancia y, en definitiva, savoir faire. Se alzó como una catedral del pop a la que ir a rezar, una obra perfecta que cantaba al amor por el amor cogiendo elementos del synthpop ochentero y el city pop hilvanados por algunos de los mejores productores del género como Dev Hynes o Greg Kurstin entre otros.
Es el mundo neón, azucarado y adictivo de Carly; nosotros tenemos que dar las gracias de poder, siquiera, merodear en él
Las ventas no reflejaron eso y la crítica no terminó de encumbrarlo en su momento, pero el paso del tiempo lo puso en el altar que tenía ganado por derecho propio desde su concepción. Es el mundo neón, azucarado y adictivo de Carly; nosotros tenemos que dar las gracias de poder, siquiera, merodear en él. ML
4 | Blonde | Frank Ocean (2017)
El tercer corte de Blonde se corresponde con una grabación de su madre en el contestador automático donde le dice "no intentes imitar a los demás, no actúes como los demás, sé tú mismo. Sé seguro contigo mismo". También le aconseja que no se drogue ni beba alcohol, pero la esencia está en las otras palabras, en esas en las que le pide que confíe en sus propias decisiones.
Y eso es Blonde, un álbum muy personal que solo guarda del anterior el talento que desprende. Aquí ya no hay hits claros como Thinkin' bout you, Pyramids o Lost, tres pilares que sostienen Channel orange, pero sí una cohesión absoluta en todo él dentro del clima de introspección en el que ha decidido envolverlo. Tanta, que incluso la interminable lista de colaboraciones pasa casi desapercibida; Blonde es solo de Frank Ocean, es su absoluta obra maestra. MD
5 | Sufjan Stevens | Illinois (2005)
Aunque habrá quien prefiera el sensible y comedido Carrie & Lowell (2015), si hay un disco de Sufjan Stevens que marcó una época, ese es Illinois (o Come on feel the Illinoise, según reza en su icónica y más bien espantosa portada). En su particular memorabilia dedicada al estado que da nombre al disco, Sufjan entreteje paisajes, mitos y personajes locales con vivencias personales, creando un fascinante patchwork musical con el folk americano como hilo conductor. Con una sorprendente madurez compositiva logra enhebrar un sinfín de ideas y sonoridades, que acompañan y dan contrapunto a su dulce voz de boy scout. En este vibrante magma musical cabe el pop orquestal y la suave pieza arpegiada, las explosiones noise y los coros funkies, los guiños al minimalismo de Philip Glass y Julius Eastman, e incluso una conmovedora oda a un asesino en serie que te desarma cuando confiesa “en mis mejores conductas, realmente soy igual que tú”. MG
6 | Kid A | Radiohead (2000)
En los albores del siglo XXI apareció la obra que marcaría el terreno de todo lo que estaría por venir en los consecuentes años: el Kid A de Radiohead. Tres años atrás con Ok Computer alcanzaron su techo creativo al mostrar ambición desmedida, grandilocuencia y grandes pasajes dominados por las guitarras y el más es más; con Kid A no es que se superaran, es que básicamente crearon un nuevo edificio en otra dimensión y dinamitaron absolutamente cualquier paramento para trascender y cambiar el paradigma de lo que teníamos entendido por “obra maestra”.
Entre la fría niebla que recorre este álbum hay momentos en los cuales se vislumbra la silueta del grupo
Entre la fría niebla que recorre este álbum hay momentos en los cuales se vislumbra la silueta del grupo, pero en la mayor parte del metraje Radiohead dan un paso atrás cediendo el protagonismo a otro: el vacío existencialista. La tensión constante. La despersonalización asociada a la revolución de las máquinas. El resultado es un trabajo que, un cuarto de siglo después, sigue siendo referente. Es el omega de la electrónica de masas, la primera muestra de que se pueden mezclar en un nivel mainstream ambient, IBM, rock, intimismo, belleza y desolación en un resultado asombroso. ML
7 | Double negative | Low (2018)
Double negative pesa mucho, muchísimo. Es sepulcral. La triste desaparición de Mimi (voz, guitarra y pareja del otro miembro fundador, Alan Sparhawk) en 2022 sobrevuela toda la obra del Low y, especialmente, sus dos últimos discos, Hey what de 2021, igual de necesario, y este, su predecesor, por ser los más recientes y por un carácter experimental que los hace diferentes y radicalmente frágiles, tanto que escapan del clásico encasillamiento de su obra hacia el sadcore y les sitúa en un espacio propio que solo pertenece a Low.
De todo ello, una parte de culpa podría atribuírsele a su productor, BJ Burton (que también ha trabajado con James Blake o Bon Iver), que tensó la instrumentación en el estudio, distorsionando la base inicial hasta crear un sonido nuevo, al borde del ruido más litúrgico. Porque, sí, la escucha de Double negative se podría acercar a la sensación de entrar en una vieja iglesia en ruinas. MD
8 | Fetch the bolt cutters | Fiona Apple (2020)
“Dame todas las patadas que quieras bajo la mesa, no me voy a callar”
“Dame todas las patadas que quieras bajo la mesa, no me voy a callar” dice Fiona Apple en Under the table. Esta frase sirve de corolario del espíritu con el que abordó el largo proceso de grabación casera de este disco de rock sin guitarras, en el que su voz elástica caracolea sobre ritmos imposibles (cubertería de cocina y ladridos de perro incluidos) mientras arroja las verdades del barquero. Saca el cortador de pernos –dice el título, parafraseando al personaje de Gillian Anderson en The Fall–: rompe lo que te retiene y déjalo salir. Esa Apple de vuelta de todo, que decía que si un adicto quería dejar la cocaína solo tenía que pasar una noche consumiéndola junto a su ex, Paul Thomas Anderson y su amigo Tarantino mientras estos hablan de cine, ajusta cuentas con este mundo de hombres sin dejar un solo tema (acoso escolar, violación, depresión) en el tintero, consiguiendo hacer, casi sin proponérselo, el mejor disco del confinamiento. MG
9 | My beautiful dark twisted fantasy | Kanye West (2010)
My beautiful dark twisted fantasy, la inabarcable obra maestra de Kanye West, puede leerse como una revisión contemporánea de El Jardín de las Delicias (pecado, condena, redención) donde el lienzo sobre el que se articula no es otro que el turbocapitalismo, pero también como una versión beta del DSM-5 a través del hip hop más rico y exuberante que se haya publicado en los últimos veinte años. Alienación (las ideas desbordadas de West tomando las voces de Jay-Z o Nicki Minaj en Monster), catarsis (la asunción del fracaso celebrada íntimamente con ese brindis a los douchebags en la majestuosa Runaway) o renacimiento (el replanteamiento del ser para sí a través del aislamiento en el díptico Lost in the world / Who will survive in America) son solo algunos de los vectores que orientan la gran fuga de ideas que es este disco sin fronteras demostrables, el Sign o’ the times para el siglo de las todas las luces. Y es que My beautiful dark twisted fantasy se abría cuestionándose si se podía llegar mucho más alto. Catorce años después, ya tenemos la respuesta. DM
10 | YHLQMDLG | Bad Bunny (2020)
Bad Bunny no necesita pedir permiso para poner del revés un panorama musical anglocéntrico
El segundo álbum del puertorriqueño llegó cuando los festivales y medios puretas comenzaban a darse cuenta de que el reggaeton es un género. Bad Bunny, que hace lo que le da la gana, no necesita cantar en inglés, usar técnicas de marketing convencionales ni colaborar con estrellas mainstream. No necesita pedir permiso para poner del revés un panorama musical anglocéntrico. En YHLQMDLG, Benito rinde homenaje al reggaeton de vieja escuela hilándolo con otros géneros de urbano mediante una producción casi perfecta. Una hora de disco con invitados de la talla de Daddy Yankee o Ñengo Flow que llevó a Bad Bunny a ser el primer headliner latino del Coachella y a conseguir lo imposible: poner a perrear a los calvos con camisetas de Sonic Youth. Probablemente lo peor del álbum es que se publicó apenas dos semanas antes del inicio del confinamiento y no pudimos salir a bailarlo. Un confinamiento que no le impidió........
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