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“No puedes disfrutar de la vida. Te sientes culpable de que tu gente sufra”

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07.04.2024

A principios de los años 90, el antropólogo francés Marc Augé acuñó el término ‘no-lugar’, un concepto que aglutinaba todos esos nuevos espacios públicos de apariencia aséptica, impersonal: intercambiables entre sí. Rincones atravesados por el anonimato, lo transitorio y por relaciones, casi siempre, efímeras e individualistas. El vestíbulo del Ilunion Alcalá Norte, un hotel de 4 estrellas ubicado en el distrito Canillejas-San Blas, a las afueras de Madrid, se parece bastante a uno de estos no-lugares.

Sus enormes salas de estética noventera y amplios ventanales ven pasar cada día a cientos de turistas de todas las nacionalidades, ejecutivos, viajeros en escala, asistentes a las ferias del cercano IFEMA; e incluso plantillas enteras de los equipos rivales del Atlético de Madrid, cuyo estadio queda a apenas dos kilómetros del hotel.

Desde hace tres meses, este no-lugar se ha convertido en lo único parecido a un hogar para 31 gazatíes a los que la guerra en su país les obligó a dejar atrás sus casas, sus negocios, su trabajo y su familia. Una treintena de personas que forman parte del grupo de más de 160 palestinos con nacionalidad española, permiso de residencia o un vínculo de consanguinidad de primer grado con ciudadanos españoles, que fueron repatriados por el Gobierno de España tras el estallido del conflicto el pasado 7 de octubre.

Desde hace tres meses, este no-lugar se ha convertido en lo único parecido a un hogar para 31 gazatíes

Hoy, acogidos en distintos puntos de un país desconocido para la mayoría de ellos, gracias a la ayuda de ONGs como Accem, tratan de regularizar su situación, aprender el idioma y encontrar una vivienda y un empleo con los que rehacer su vida. Mientras, pasan los días y, sobre todo, las noches –cuando se intensifican los bombardeos– pegados al móvil, siguiendo al minuto la escasa información que sale de la Franja y tratando de mantenerse en contacto con familiares y amigos que aún sobreviven en su tierra.

Sentados en torno a una mesa del hall del hotel, seis de ellos comparten un testimonio que, en todos los casos, comienza de la misma manera: con una llamada de teléfono. “Días después del 7 de octubre recibimos una llamada de madrugada del ejército israelí, refiriéndose a nosotros en árabe y por nuestro........

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