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El decálogo del político sucio

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El Tribunal Supremo Electoral, en un arranque de optimismo digno de aplauso, creyó que podía poner freno a la jauría de mentiras, memes venenosos, sátiras digitales, campañas del miedo, noticias falsas, audios y videos trucados, golpes bajos e incluso chismes familiares, todos extraídos del Manual del político sucio. Pero la ilusión duró menos que un café en campaña: apenas pactaron los líderes políticos (excepto uno), ya estaban de vuelta en la arena, disparando sus armas innobles con más fuerza y munición todavía más sucia.

Desde el retorno de la democracia en Bolivia, en 1982, la llamada “guerra sucia” en los procesos electorales no solo se mantuvo, sino que se intensificó y perfeccionó con el paso del tiempo, tanto en elecciones nacionales como subnacionales. Los políticos de turno supieron recurrir a las prácticas heredadas de sus antecesores, incorporando nuevas estrategias y métodos, hasta conformar, de manera no escrita pero evidente, lo que podría denominarse el decálogo del político sucio, en el que pueden identificarse las siguientes prescripciones:

Decálogo de la guerra........

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