Pensiones privadas: de las individuales desnudadas a las colectivas sin vestir
La última reforma de los sistemas de pensiones privadas ha sido un fracaso, no ha funcionado. Con la legislación anterior, pese a su estado de maduración, caminaban al trantrán en términos patrimoniales y seguían alejadas de lo que puede considerarse una herramienta complementaria de previsión o el robusto depósito de ahorro que toda economía abierta necesita. Pero con la norma reciente, el estancamiento permanente es el escenario más probable, cuando no un inevitable retroceso paulatino, y en el que la industria financiera peleará más por el robo (trasvase) de recursos a la competencia que por captar las capadas aportaciones nuevas.
Los meneos normativos a los que el exministro José Luis Escrivá sometió el segundo y tercer pilar del sistema de previsión, suponíase que iban a disparar la capitalización de los fondos privados colectivos (de empleo), implicando a las empresas y sus plantillas en los convenios colectivos, creando una palanca que descargara definitivamente de presión a las maltrechas finanzas de la Seguridad Social. Suponíase también que, cerrando la compuerta de entrada de recursos en los fondos individuales, se abriría sola la de los instrumentos colectivos.
Con un planteamiento ideologizado, maniqueo y divisivo, asegurábase que los primeros dejarían de ser un atractivo imán para las rentas altas limitando drásticamente las aportaciones anuales, mientras que los segundos serían golosos aparcaderos de las rentas bajas permitiendo que la aportación de los trabajadores que complementase a la de su empresa llegase a 8.000 euros anuales (un ahorro propio de rentas altas, por cierto). En la creencia de que ambos depósitos de........
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