Europeos, empresas y ascenso del populismo
Si, como dijo Burke, para que triunfe el mal, solo es necesario que los buenos no hagan nada, la mitad de los europeos no han hecho nada: se abstuvieron en las elecciones de la pasada semana pensando, sin duda, que ganara quien ganara, no cambiaría su vida cotidiana. Si esto es siempre un error cuando más de la mitad de nuestra legislación interna viene de Europa, lo es todavía más en momentos de cambio como los que vivimos con el ascenso de China, el desafío de Putin y el retraso acumulado por Europa respecto a Estados Unidos. Y, sobre todo, lo es cuando las fuerzas que más han subido en votos, hasta situarse en el segundo puesto en el Parlamento, son las que recogen el malestar que ellas mismas han azuzado y que pretenden canalizar hacia fórmulas fracasadas, que debilitan nuestras opciones de salir airosos en el nuevo contexto internacional al buscar una marcha atrás en el proceso de integración europeo. En vez de hacernos todos fuertes en la unión, la opción en ascenso hoy entre los europeos ofrece una regresión histórica hasta conseguir una Europa debilitada que hará las delicias de nuestros adversarios y enemigos externos y nos precipitará hacia la irrelevancia mundial.
¿Cuánto tardará la actual desconfianza hacia las instituciones europeas de estos votantes populistas en tornarse recelos hacia el vecino y nuevos enfrentamientos en territorio europeo? Justo lo contrario de lo que indica el sentido común y el propio conocimiento de nuestra historia reciente y menos reciente. El asalto a la razón por parte del populismo, en medio de la indiferencia generalizada, trae los peores recuerdos de la........
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