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Testimonio: Mercenario o la historia de una autoinculpación forzosa

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01.04.2025

Por Jaime Masó Torres*

A cada cual su juicio, su interpretación, su creencia,
que solo puede modificarla el tiempo. Es inútil
razonar contra los prejuicios.

Gastón Baquero
Diario de la Marina, 19 de abril de 1959

El 21 de octubre de 2024 a las once y quince de la mañana recibí la llamada del oficial Rigoberto. A las tres de la tarde de ese mismo día tenía que presentarme a una “entrevista” y el punto de recogida sería el recinto ferial Pabexpo, ubicado en Siboney, La Habana. Un punto neutro para enmascarar la maniobra, gentilezas típicas de generales y doctores.

Hora y fecha quedaron fijas por múltiples razones, entre ellas, porque es el día del natalicio de Celia Cruz, la artista que el comunismo en Cuba censuró a su antojo y de la cual me he declarado siempre un perpetuo admirador. Solo una amiga estaba enterada del asunto y durante el trayecto, escuchando sus consejos, me fue imposible disimular el estremecimiento, el “efecto” justo que buscan los organismos de inteligencia: amedrentar, sembrar pánico…

Negar ahora lo que experimenté es inútil y no tiene mucho sentido que en mi versión de los hechos quede como el héroe que nunca fui. La hombría aquí está relegada a un segundo plano: te enfrentas a un aparato diseñado para ganar el combate frente a los más débiles.

Con miedo subí a la moto (entiéndase cacharro) que me trasladó hasta una de las casas que el Ministerio del Interior (MININT) posee para sus operaciones. Y con miedo acudí al segundo interrogatorio como periodista, el equivalente a criminal o narcotraficante........

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