Enrique Varona, el líder magnífico de los ferroviarios
Honesto e incorruptible, muy parco al hablar, aunque conciso y casi tajante, su gran elocuencia era su propia vida
Fotos. / Archivo de BOHEMIA
Tras asumir la presidencia de la República el 20 de mayo de 1925, Gerardo Machado aseguró a los magnates de Wall Street que durante su mandato una huelga no duraría más de un cuarto de hora. Inaccesible a la crítica, viniera de donde viniere, el sátrapa ordenó la muerte de un enemigo político, el periodista de ideología moderada Armando André, apenas tres meses después de su asunción al poder.
A Enrique Varona le llamaron “el líder de las mil huelgas”.A la Universidad Nacional de La Habana (la única existente entonces en nuestro archipiélago) le derogó la autonomía y eliminó la mayor parte de las conquistas de la Reforma de 1922. Con la complicidad de un infame catedrático, expulsó a Julio Antonio Mella de la casa de altos estudios; a la vez, domesticó a la Federación Estudiantil Universitaria con la promoción para su dirigencia de individuos susceptibles de venderse por unas monedas.
El movimiento comunista rápidamente devino blanco de su saña y en agosto de ese mismo año, a pocos días de fundado, ilegalizó al primer Partido marxista leninista de Cuba y deportó al secretario general de la organización, el maestro canario José Miguel Pérez, bajo la acusación de “extranjero indeseable”.
Los dirigentes sindicales que no se plegaron a su mandato también recibieron los embates de su ira. A Alfredo López, secretario general de la Federación Obrera de La Habana (FOH), un ministro lo amenazó veladamente. El sindicalista ni se inmutó: “Estaré siempre dispuesto a lo que sea por defender los intereses de la clase obrera. Usted y yo nunca podremos entendernos. Usted representa los intereses de la burguesía y el imperialismo, y yo represento al proletariado explotado por ellos”.
A otro líder sindical, el ferroviario Enrique Varona González, la tiranía machadista igualmente trató de amedrentarlo. En medio de un paro, un teniente del ejército lo amenazó: “Usted acaba la huelga o yo dejo de llamarme como me llamo”. “Vaya cambiándose el nombre teniente, porque la huelga no se va a acabar”. “Tu cabeza huele a pólvora”, vociferó el uniformado.
Con ese mismo militar tuvo otro altercado en un central, cuando el sicario le puso la pistola en su nuca y le conminó a rubricar un documento redactado por la compañía yanqui en el cual no se satisfacían todas las demandas........





















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