Nostalgias de mi quinqué
Su llamita es la misma, el contexto no… pero ahí está, retando al tiempo y a las adversidades
Esa noche podía faltar Alfredo, o Eida, o Héctor o cualquiera de las aproximadamente 10 personas que solían ir hasta la casa de Juan Valdés y Norberta Concepción para escuchar, primero, las noticias del día y luego aquel programa, Nocturno, que convertía a todo el archipiélago en un gran oído, abierto de par en par a la música de la década.
Podía faltar incluso Martha: aquella muchacha delgada, de grandes ojos y pelo castaño, siempre risueña y delicada, que a menudo llegaba desde Ciego de Ávila, acaso huyéndole al bullicio citadino, al dióxido de carbono emitido por los carros de la época y a otros “personajes” urbanos, segura de que en Hoyo (como se le conocía a aquel insignificante punto de geografía rural) encontraría aire puro, tranquilidad absoluta, frutas de todo tipo, trino de aves, ulular de palomas en el dorado atardecer de cada día…
Foto. / Pastor Batista ValdésConverger en la mencionada casita –de madera, techo de guano y piso de tierra cimentada y cementada a puro pisón con empleo de un rocoso blanco y ceniza del propio fogón hogareño– se había convertido en una de esas costumbres que el placer teje y entreteje en el gusto de las personas.
Faltase quien faltase, en........
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