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El fatal error de Kast

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21.07.2025

Kast es el nombre de la desesperación. Y necesita al resto enfermo para gobernar. Menudo líder.

José Antonio Kast entendió antes que nadie en la derecha chilena que el país había cambiado. En medio del derrumbe de los consensos de la transición y la creciente disolución del progresismo concertacionista, vio con claridad lo que muchos no querían aceptar: una parte significativa de la sociedad ansiaba orden, jerarquía, límite.

Su lectura fue aguda y su aparición política, tan disruptiva como oportuna. José Antonio Kast encarnó el nuevo autoritarismo cultural en un país que había perdido su centro simbólico. Fue la oposición perfecta al nacimiento político del Frente Amplio y, con el gentil auspicio de la incontinencia de la nueva fórmula de la izquierda, Kast caló hondo y ha tenido numerosas oportunidades para ser el actor más importante de la derecha.

Pero lo que parecía una virtud estratégica, se convirtió en un vicio estructural: Kast no ha sabido transformarse. Y más aún, ha confundido su potencia como figura radical con capacidad de conducción. Su problema no está en el diagnóstico que hizo del país, sino en su personalidad política: una forma de ejercer el liderazgo desde la conducta pasivo-agresiva, centrada en el agravio, la insinuación, la desconfianza y la fractura.

Kast habla pausado, tranquilo, pero es un atacante feroz e incluso se puede decir que sus rencores lo nublan, aunque su puesta en escena sea fría y cauta. Su uso de las redes sociales es sencillamente lamentable. No temo decirlo y puedo señalar que lo he vivido en carne propia: Kast inventó en la anterior elección una noticia en la que se señalaba que yo llamaba en un video a un “magnicidio” en su contra. Reconozco que me dio risa lo del “magnicidio”, pero fue tan viralizado que me significó dar explicaciones absurdas a toda clase de amistades e incluso familiares. Perdí, no está de más decirlo, algunos proyectos que tenía en carpeta, por mi supuesto llamado.

Sin contentarse con ello, hace más de un año diputados de su partido presentaron documentos míos como académico en la USACH para que se me investigara. Solicité a ambos una audiencia, pues asumí que quien operacionaliza una denuncia lo hace asumiendo que tendrá que hablar con el investigado. Pero ninguno de los dos diputados se reunió conmigo por falta de tiempo. Tuvieron tiempo, por supuesto, para hacer la denuncia y lanzarla por la prensa. Y después nada.........

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