Notas sobre José Carlos Mariátegui y su crítica seminal del "militarismo"
I.-INTRODUCCIÓN
En un acto que se llevó a cabo el 21 de abril de 2005 en la sede de la Asamblea Nacional venezolana se realizó un merecido homenaje a la figura del pensador y revolucionario peruano José Carlos Mariátegui, quien fue considerado:
"…una fuente inédita y original para comprender la historia del movimiento obrero y socialista mundial, representando para los revolucionarios un manantial permanente de ideas para la acción".
Asumiendo este enunciado de ser un "…manantial permanente de ideas para la acción", conviene revisitar la "unidad entre vida y pensamiento" que Mariátegui planteó, siguiendo a Unamuno, para recuperar la "centralidad" de la polémica, el debate y el pensamiento crítico en el desarrollo de una praxis consustanciada con las inmensas tareas de un horizonte de cambio social, que portaría la voluntad colectiva de un emergente "proyecto revolucionario".
Dirá Mariátegui sobre Unamuno:
"Unamuno concibe la vida como lucha, como combate, como agonía. Esta concepción de la vida que contiene más espíritu revolucionario que muchas toneladas de literatura socialista, nos hará siempre amar al maestro de Salamanca. «Yo siento —escribe Unamuno— a la vez la política elevada a la altura de la religión y a la religión elevada a la altura de la política». Con la misma pasión hablan y sienten los marxistas, los revolucionarios. Aquellos en quienes el marxismo es espíritu, es verbo. Aquéllos en quienes el marxismo es lucha, es agonía."
Este concepto de agonía de Mariátegui es clave para comprender sus hilos de afinidad con Unamuno en materia de "unidad de pensamiento, acción y mundo de vida":
"La palabra agonía, en el ardiente y viviente lenguaje de Unamuno, recobra su acepción original. Agonía no es preludio de la muerte, no es conclusión de la vida. Agonía —como Unamuno escribe en la introducción de su libro— quiere decir lucha. Agoniza aquel que vive luchando; luchando contra la vida misma. Y contra la muerte."
II.- NO HAY CUESTIONAMIENTO DE LAS ORTODOXIAS SIN PENSAMIENTO HETERODOXO Y DIVERGENTE
Mariátegui sigue siendo hoy, para las ortodoxias de la tradición socialdemócrata, nacional-populista o marxista, un pensador incómodo, polémico, excéntrico y heterodoxo, por su modo de expresar en acto y en discurso, una nueva matriz epistémica que caracterizó en la segunda década del siglo XX como anti-positivista y post-racionalista en materia de comprensión metódica de la historia de las sociedades y civilizaciones, en sus dinámicas, crisis y transformaciones, al plantear, por ejemplo que:
"…la bancarrota del positivismo y del cientificismo, como filosofía, no compromete absolutamente la posición del marxismo. La teoría y la política de Marx se cimentan invariablemente en la ciencia, no en el cientificismo."
Cualquier postulación de una tal ciencia anti-positivista y post-racionalista, anuda la tensión esencial del pensamiento convergente / divergente, ajena a sistemas cerrados, clausurados y simplificadores:
"Si Marx no pudo basar su plan político ni su concepción histórica en la biología de De Vries, ni en la psicología de Freud, ni en la física de Einstein; ni más ni menos que Kant en su elaboración filosófica tuvo que contentarse con la física newtoniana y la ciencia de su tiempo: el marxismo (o sus intelectuales) en su curso posterior, no ha cesado de asimilar lo más sustancial y activo de la especulación filosófica e histórica post-hegeliana o post-racionalista. Georges Sorel, tan influyente en la formación espiritual de Lenin, ilustró el movimiento revolucionario socialista (con un talento que Henri de Man seguramente no ignora, aunque en su volumen omita toda cita del autor de Reflexiones sobre la Violencia) a la luz de la filosofía bergsoniana, continuando a Marx que, cincuenta años antes, lo había ilustrado a la luz de la filosofía de Hegel, Fichte y Feuerbach… Vitalismo, activismo, pragmatismo, relativismo, ninguna de estas corrientes filosóficas, en lo que podían aportar a la Revolución, han quedado al margen del movimiento intelectual, marxista."
Basta profundizar en un texto clave para la comprensión de la vida y el pensamiento de Mariátegui como lo es "Heterodoxia en la Tradición", para entender a qué se refiere cuando cuestiona el inmovilismo del tradicionalismo (lo que equivale también a las ortodoxias):
"No existe, pues, un conflicto real entre el revolucionario y la tradición, sino para los que conciben la tradición como un museo o una momia. El conflicto es efectivo sólo con el tradicionalismo. Los revolucionarios encarnan la voluntad de la sociedad de no petrificarse en un estadio, de no inmovilizarse en una actitud. A veces la sociedad pierde esta voluntad creadora, paralizada por una sensación de acabamiento o desencanto. Pero entonces se constará, inexorablemente, su envejecimiento y su decadencia.
La tradición de esta época, la están haciendo los que parecen a veces negar, iconoclastas, toda tradición. De ellos, es, por lo menos, la parte activa. Sin ellos, la sociedad acusarla el abandono o la abdicación de la voluntad de vivir renovándose y superándose incesantemente."
Y si acaso no quedan claras las conexiones más refinadas de su pensamiento, conviene agregar:
"Los verdaderos revolucionarios, no proceden nunca como si la historia empezará con ellos. Saben que representan fuerzas históricas, cuya realidad no les permite complacerse con la ultraísta ilusión verbal de inaugurar todas las cosas. Marx extrajo del estudio completo de la economía burguesa, sus principios de política socialista. Toda la experiencia industrial y financiera del capitalismo, está en su doctrina anti-capitalista. Proudhon, de quien todos conocen la frase iconoclasta, más no la obra prolija, cimentó sus ideales en un arduo análisis de las instituciones y costumbres sociales, examinando desde sus raíces hasta el suelo y el aire de que se nutrieron. Y Sorel, en quien Marx y Proudhon se reconcilian, se mostró profundamente preocupado no sólo de la formación de la conciencia jurídica del proletariado, sino de la influencia de la organización familiar y de sus estímulos morales, así en el mecanismo de la producción como en el entero equilibrio social.
No hay que identificar a la tradición con los tradicionalistas. El tradicionalismo —no me refiero a la doctrina filosófica sino a una actitud política o sentimental que se resuelve invariablemente en mero conservantismo— es; es verdad, el mayor enemigo de la tradición. Porque se obstina interesadamente en definirla como un conjunto de reliquias inertes y símbolos extintos. Y en compendiarla en una receta escueta y única.
La tradición, en tanto, se caracteriza precisamente por su resistencia a dejarse aprehender en una fórmula hermética. Como resultado de una serie de experiencias, —esto es de sucesivas transformaciones de la realidad bajo la acción de un ideal que la supera consultándola y la modela obedeciéndola—, la tradición es heterogénea y contradictoria en sus componentes. Para reducirla a un concepto único, es preciso contentarse con su esencia, renunciando a sus diversas cristalizaciones."
De modo, que lo más peligroso para la tradición marxista y socialista era pasar a representarse como una "receta escueta y única", como si en su seno no existieran elementos heterogéneos y contradictorios, como si se tratara de un mero tradicionalismo, en fin, Dogma.
Cabe aquí de nuevo enfatizar que el gran obstáculo del pensamiento y la praxis del socialismo en su histria efectiva ha sido tanto el dogmatismo como el pragmatismo sin principios (Rosa Luxemburg dixit), quiere decir, el cinismo, la falsificación y el oportunismo.
III.- SOBRE EL CIERRE DE LA REVISTA AMAUTA ACUSADOS DE UN PARTICIPAR EN UN "COMPLOT COMUNISTA".
Cuando la Revista Amauta fue allanada y cerrada en junio de 1927 bajo la acusación de un supuesto "complot" comunista, todo había sucedido por la publicación del importante Nº 9 de "Amauta", dedicado a la acción contra el Imperialismo, en particular el emergente imperialismo norteamericano.
Todos los artículos de aquel número de Amauta estaban dirigidos por una línea de enjuiciamiento de la penetración capitalista norteamericana en Perú y en el resto de Sudamérica.
De modo, que por instrucciones de la Embajada de los Estados Unidos se presionó al Gobierno de Leguía, para que suspendiera la revista y persiguiera a sus redactores y colaboradores. El mismo Mariátegui narra lo sucedido:
"Para poder "legalizar" este atropello, Leguía y sus polizontes inventaron un "complot" comunista. La policía allanó el local de la Federación Gráfica en la que funcionaba la comisión de la Imprenta Obrera "Claridad" y con una cuantas cartas de desterrados fabricó la conspiración."
El viernes 8 de junio de 1927 los órganos de prensa daban cuenta del "complot", reproduciendo las cartas y documentos suministrados desde el Ministerio del Interior del Gobierno. Fue en esta ocasión que se habló en el Perú, por primera vez, de los "comunistas criollos".
De manera, que "Comunistas criollos" fue, pues, la clasificación de las derechas desde 1927 contra Mariátegui y contra el movimiento obrero revolucionario peruano. Algo similar ocurría con el llamado "Libro Rojo" (durante del Gobierno de López Contreras en Venezuela-1936 cuyo subtítulo era "La verdad de las actividades comunistas en Venezuela". El verdadero editor del libro fue el Servicio Secreto de Inteligencia de Venezuela).
A pesar de tales hechos, José Carlos Mariátegui nunca ocultó su línea de pensamiento en el seno de una determinada formación discursiva, su vocabulario moral e intelectual, o su identificación con una tradición socialista y marxista:
"Remito a mis acusadores a mis propios escritos públicos o privados, de ninguno de los cuales resulta que yo, marxista convicto y confeso, -y como tal, lejano de utopismos en la teoría y en la práctica- me entretenga en confabulaciones absurdas, como aquella que la policía pretende haber sorprendido y que tampoco aparece probada por ninguno de los documentos publicados."
De manera, que así Mariátegui se deslindaba de quienes lo querían involucrar tanto en una confabulación: la clásica táctica de "Golpe de estado", sobre el cual lanzó además los siguientes dardos conceptuales:
"Tengo, pues, algún derecho a que se me escuche y crea una afirmación que está en rigurosa coherencia con mi actitud y mi doctrina: la de que soy extraño a todo género de complots criollos de los que aquí puede producir todavía la vieja tradición de las "conspiraciones". La palabra revolución tiene otra acepción y otro sentido."
Mariátegui no se prestaba ni a falsos positivos del Gobierno de Legía ni a confabulaciones absurdas de caudillos opositores, completamente alejadas a lo que consideraba era el arte y ciencia de las revoluciones de multitudes en el siglo XX. La táctica del "putsch" era desacreditada por Mariátegui.
En el Perú de aquella época, y también en los gobiernos de la Venezuela del tirano Gómez y su sucesor López Contreras, se inventaron las famosas "conspiraciones comunistas" e incluso artículos constitucionales para proscribirlas orientaciones de izquierda, donde se intentó criminalizar y desacreditar a su vez la formación del movimiento sindical clasista, de las ligas campesinas, del movimiento estudiantil, la reforma universitaria y de los partidos políticos de orientación socialista, como si se trataran de eslabones de una intervención extranjera, propios de la central comunista de Rusia (o cualquiera otra de Europa o América).
Era el modo "nacionalista reaccionario" de desacreditar tales movimientos, claro está, en coordinación con la embajada y la política exterior de los Estados Unidos.
Analizados estos elementos claves del pensamiento y vida de José Carlos Mariátegui, nos permite cuestionar su conversión a una suerte de panteón acartonado de figuras heroicas convertidas en fetiches y clichés para fines exclusivos de ceremonias propagandísticas, pues esto sería operar en total contrasentido con su propuesta de un marxismo abierto, heterodoxo, crítico e indoamericano; y en fin, de una "teoría crítica de orientación socialista anti-colonial", donde no hay ninguna proyección de la palabra final ni ningún dueño absoluto de la verdad, pues todo método histórico-dialéctico (como lo es en lo fundamental la obra de Marx y de quienes siguen recreando las figuras de la razón negativa), supone la apertura y superación de toda relatividad y perspectiva que se presente a sí misma como cerrada, terminal y absoluta.
IV.- UN BREVE RODEO SOBRE LA HISTORIA
Es común entre los historiadores de oficio distinguir entre la historia "res gestae", que se refiere a los hechos o acciones realizadas, y la historia "rerum gestarum", que sería la representación e interpretación de esos hechos.
Pensadores como Nietzsche y Foucault han criticado la idea de que la historia contada o relatada sea una representación fiel y exacta de la historia efectiva.
Nietzsche, en su texto "Sobre la utilidad y los perjuicios de la historia para la vida", advierte sobre el peligro de que la historia se convierta en un peso muerto que impida la acción creativa.
Foucault, por su parte, en su concepto de "genealogía", subraya la importancia de desentrañar las luchas de poder y las discontinuidades que subyacen a las narrativas históricas dominantes, empleando un método de historia crítica, también inspirado en Nietzsche.
Para Marx era un punto de partida que la reconstrucción y el análisis de la historia efectiva se enfrenta al papel que cumplen los intereses e ideologías de las clases sociales, de sus representantes políticos e intelectuales para dar caracterizar, interpretar, comprender y explicar los acontecimientos, las situaciones, el papel de los agentes, las fuerzas que operan en una determinada coyuntura y el trasfondo histórico-estructural, que limita y habilita las posibilidades para la ocurrencia de determinadas acciones, acontecimientos y sus resultados.
De manera, que es falso que para Marx el papel fundamental lo cumpla el "determinismo económico", o incluso el "reduccionismo de clase". Esta imagen desconoce categorías fundamentales para la comprensión de la historia en Marx, como la de totalidad concreta, que actualmente ha sido recreada a partir del estudio de los sistemas históricos y la interacción de esferas, campos o ámbitos de actividad social, con instituciones específicas, relaciones, procesos y estructuras con autonomía relativa y atravesadas por diferenciados procesos de producción de sentido y significación.
Más bien, hay que reconstruir las conexiones causales y significativas de los hechos históricos atendiendo al cruce de diferentes series y mediaciones en una totalidad histórico-concreta, donde hay un inter-juego de esferas y campos institucionalizados de actividad social, dinamizados por prácticas sociales (económicas, políticas, jurídicas, comunicacionales, filosóficas, científicas, religiosas, artísticas, morales); en síntesis, por la propia actividad humana organizada (praxis).
De manera que para nuestro caso, la distinción entre la historia efectiva y la historia contada-narrada expresa la tensión entre la realidad socio-histórica y su........
© Aporrea
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