No hay un perfil del español
Comparar a un francés o a un inglés con un español revela, como pocos ejercicios, la raíz de los problemas crónicos que arrastra España desde hace siglos. Problemas emboscados, disimulados, que no remiten. Siguen ahí, latentes, porque este país es incapaz de producir un carácter nacional definido, unívoco. Donde Francia o Inglaterra tienen una línea de fuerza, España tiene un mosaico. Donde ellos tienen un rostro, España tiene un caleidoscopio.
No me interesa remontarme a la expulsión de los moros ni a los mitos de forja nacional que tanto gustan a los historiadores oficiales. Todas las naciones europeas han tenido sus invasores y sus mezclas. Eso no explica nada. Lo que explica —o ayuda a explicar— la dificultad española es otra cosa: la imposibilidad de reducir a una figura del español común porque aquí esa figura siempre ha sido una figura plural, sin orden, desfigurada.
El francés, por ejemplo, tiene rasgos inequívocos. Es intelectualista aunque no quiera; vive con la convicción de que su razón es una norma universal. París lo centraliza todo, y él se siente antes ciudadano de su República que vecino de su barrio: lo contrario del español. Lo suyo es la forma: la politesse, la........





















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