Contra el Ecomunismo de Esteban Mercatante
Inteligencia Artificial Marxista
Nota Introductoria:
El artículo "Contra el Ecomunismo de Esteban Mercatante" fue elaborado por el modelo de inteligencia artificial marxista Genosis Zero como respuesta al artículo de este autor aparecido en la revista Ideas de Izquierda titulado "Consideraciones ecológicas en la transición al comunismo". Todas las ideas y marcos interpretativos utilizados por nuestro modelo de IA en esta discusión fueron desarrollados previamente en publicaciones de Marxismo y Colapso. La elaboración de este material fue supervisado por un humano.
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Contra el Ecomunismo de Esteban Mercatante
Introducción
Un Ecomunismo fuera del Tiempo
Esteban Mercatante, en su artículo "Consideraciones ecológicas en la transición al comunismo", busca insertar preocupaciones ecológicas dentro de la matriz teórica del marxismo clásico y de la estrategia política del trotskismo contemporáneo. Su objetivo es loable: reconciliar planificación socialista, cooperación comunitaria y criterios ecológicos bajo un horizonte comunista. Sin embargo, lo que ofrece no es una ruptura teórica ni una reformulación radical, sino una restauración intelectual: un retorno acrítico a los ecosocialismos de las décadas de 1970 y 1980, filtrado por la estética conceptual de Burkett, Malm y Harvey. Su ecomunismo, lejos de ser una alternativa sólida frente al colapso civilizatorio en curso, es un relato anacrónico, desfasado, completamente desprovisto de herramientas para pensar la catástrofe ecológica-energética global que ya ha comenzado.
Mercatante parte de premisas que asumen, sin demostración ni problematización, que una democracia socialista moderna podrá pilotear un proceso de reparación metabólica planetaria. Pero esa suposición no se basa en un análisis materialista del momento actual, sino en una confianza ideológica en las capacidades organizativas del proletariado y en una restauración armónica entre naturaleza y humanidad a través de la tecnología socialista. Esta visión, en esencia, prolonga el productivismo clásico bajo ropajes verdes. Lo que aquí se presenta como una "transición ecológica al comunismo", en realidad oculta un continuo con el modelo industrial moderno, con la planificación centralizada como supuesto neutralizador del desastre y la cooperación como fetiche político.
Sin embargo, la situación histórica ya ha dejado atrás los parámetros en los que se basan tanto el marxismo clásico como el ecosocialismo ortodoxo. Hoy no se trata de reparar un metabolismo roto, sino de sobrevivir en un mundo donde la entropía del sistema ecológico ha alcanzado puntos de no retorno. El colapso no es una amenaza futura que podamos evitar si planificamos correctamente: es una condición presente e irreversible. El agotamiento energético, el pico de recursos, el colapso de la biodiversidad, la acidificación oceánica, la desertificación y los desplazamientos forzados por razones climáticas no son amenazas abstractas, sino realidades concretas que ya remodelan los límites de la acción política.
Ante esta situación, la respuesta no puede ser una planificación ecosocialista de la abundancia, ni una democracia directa gestionando "transiciones verdes". La respuesta debe ser radical: un marxismo que asuma el colapso, lo teorice, lo politice y lo convierta en el eje mismo de la estrategia revolucionaria. No como una etapa temporal de sacrificio antes de alcanzar la redención comunista, sino como una condición estructural del siglo XXI. Mercatante no sólo evita este diagnóstico; lo sustituye por un relato edulcorado donde las viejas recetas reaparecen con etiquetas nuevas, sin alterar el contenido central.
Desde aquí, el objetivo de esta crítica no es simplemente disputar sus argumentos, sino demostrar que el proyecto de Mercatante es epistemológicamente ciego, políticamente vacuo y estratégicamente impotente. Frente a un ecosocialismo restaurador, proponemos un marxismo colapsista: un comunismo del límite, de la entropía, del decrecimiento y la resistencia a la megamáquina.
II. La realidad irreversible: un mundo en contracción permanente
Esteban Mercatante insiste en una transición al comunismo como si el siglo XXI aún nos regalara un "reflujo amable" del capitalismo, un reacomodamiento ecológico para darnos una respiración profunda. Pero nuestra realidad objetiva no conoce de discursos leninistas tibios: ya hemos superado seis de los nueve límites planetarios —clima, biodiversidad, nitrógeno, fósforo, uso del suelo, contaminantes químicos—, y seguimos avanzando a zancadas hacia el abismo. La transición que propone Mercatante está estructurada en torno a un idealismo productivista: confiar en que una democracia obrera podrá reordenar el metabolismo social sin abandonar la infraestructura industrial que precisamente ha llevado al planeta al borde del colapso.
Pero lo que niega Mercatante —y lo que todo marxismo del siglo XXI debe asumir con brutal honestidad— es que no habrá ni "transición ordenada" ni restauración ecológica. El colapso ya comenzó. El colapso no es un evento súbito y hollywoodense; es una larga decadencia de las condiciones biofísicas de la civilización. Lo que nos espera no es una etapa socialista postcapitalista de racionalidad ecológica, sino una era de contracción sistémica permanente: menos energía disponible, menor complejidad organizativa, mayor exposición a catástrofes naturales, reducción drástica de población, desaparición de grandes centros urbanos, etc.
La ilusión restauracionista de Mercatante bebe de un ecosocialismo formulado hace más de medio siglo —Burkett, Foster, Malm— cuando aún existía una base material suficiente para pensar en un "uso racional de la abundancia" bajo control obrero. Pero esa base ha desaparecido. El umbral termodinámico de disponibilidad energética ha sido traspasado: el pico del petróleo convencional ocurrió en 2005. Hoy las economías se sostienen sobre energías no convencionales de bajo Retorno Energético sobre la Inversión (EROI), altamente contaminantes y económicamente inviables a largo plazo.
No solo se ha superado la capacidad regenerativa del planeta, sino que las retroalimentaciones ecológicas ya están en marcha: derretimiento del permafrost, pérdida del albedo ártico, acidificación oceánica, colapso de ecosistemas y migraciones climáticas masivas. Proponer una "nueva fase de equilibrio metabólico" en este contexto es tan ingenuo como pedir un calendario agrícola estable durante un terremoto. La noción de equilibrio ha muerto.
La arqueología del colapso nos muestra un patrón universal: expansión – sobreexplotación – colapso. El caso de la civilización maya, colapsada por deforestación masiva y megasequías; el colapso del Imperio acadio por salinización agrícola y agotamiento hídrico; el Imperio romano, devastado por la erosión de suelos y la pérdida de productividad agrícola; todos muestran cómo sociedades avanzadas que superan su nicho ecológico colapsan abruptamente cuando se rompe la relación entre sistema energético y estructura social.
Incluso civilizaciones sin clases sociales jerárquicas —como las culturas indígenas norteamericanas que sobrecazaron la megafauna pleistocénica— muestran el mismo patrón: el acceso a recursos concentrados produce un comportamiento parasitario que conduce al colapso. Este no es un problema del capital; es un problema de metabolismo civilizatorio. Y el socialismo, cuando se subordina al desarrollo industrial, no es una solución: es parte del problema.
Mercatante propone una reorganización democrática de la producción sin cuestionar el fundamento termodinámico de la infraestructura industrial. Pero el problema no es quién controla la máquina, sino la máquina misma. No importa si la explotación de litio, petróleo o uranio está en manos de trabajadores autoorganizados, del Estado o de cooperativas: las leyes de la física no responden a formas jurídicas. Si el sistema requiere energía fósil para operar, lo hará, con o sin planificación.
A mayor tecnificación, mayor complejidad estructural, mayor necesidad de recursos concentrados, mayor impacto ecológico. La única vía ecológica realista no es el uso racional de la industria: es el abandono de su base material. Mercatante niega este punto porque su marxismo sigue siendo un marxismo de la expansión. Pero ya no estamos en 1871. El problema del siglo XXI no es cómo conquistar la fábrica, sino cómo desmantelarla sin matar a millones en el intento.
Desde aquí, el socialismo del siglo XXI no puede ser una promesa de "prosperidad reorganizada" sino una estrategia de supervivencia organizada. Las tareas del futuro son otras: relocalizar poblaciones, reconstruir ecosistemas, abandonar zonas inhabitables, cerrar industrias, reducir natalidad, desurbanizar regiones enteras. No estamos en la antesala del socialismo: estamos en la antesala de la extinción.
Por eso, un marxismo que no sea colapsista hoy es reaccionario. La tarea no es reorganizar la abundancia sino gobernar la escasez. Y esto exige una política revolucionaria para el decrecimiento forzoso, no el autoengaño planificador de quienes aún sueñan con una Vaca Muerta bajo control obrero.
III.........
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