menu_open Columnists
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close

De la austeridad a la inseguridad: repercusiones políticas y sociales

2 0
15.02.2025

“Austeridad” es una palabra incómoda que los economistas han evitado desde la crisis europea de la deuda soberana de la década de 2010, pero no por ello, ha dejado de estar vigente. Es más, forma parte del ADN de nuestro sistema socioeconómico y es invocada cada vez que los trabajadores tienen a su alcance la posibilidad de obtener la más mínima ventaja en las negociaciones salariales o en las condiciones de trabajo. Y resurgió con los primeros brotes verdes tras la pandemia ‒con las víctimas aún recientes‒, cuando desde muchos sectores económicos se multiplicaron las quejas por la inflación y el derroche en el gasto público.

Entre la opinión pública de Estados Unidos, se extendió el argumento de lo “injusto” que resultaba que muchos trabajadores ganaran más dinero gracias a las prestaciones por desempleo que con sus empleos a tiempo completo antes de la pandemia. No deja de ser paradójico que el grueso de las críticas se depositara en los trabajadores, y no en los bajos salarios pagados por sus empleadores. Más aún cuando estas mismas empresas estadounidenses obtuvieron en paralelo una lluvia de crédito barato mediante un paquete para gastos empresariales de 500.000 millones de dólares, aprobado por el Congreso en marzo de 2020, y que al poco tiempo la Reserva Federal multiplicó por diez1. Desde entonces, los dividendos de los accionistas han alcanzado registros sin precedentes, superando los 339 billones de dólares en los primeros tres meses de 20242. Podemos afirmar que los ricos se hicieron más ricos durante la pandemia, y los pobres se hicieron más pobres.3

Las protestas generalizadas contra las ayudas a los trabajadores durante la pandemia y en el periodo posterior a esta no son inesperadas, ni mucho menos excepcionales. Son significativas del éxito ideológico de la austeridad y se explican debido a que la austeridad es algo más que un conjunto de políticas diseñadas para reducir los déficits presupuestarios del Gobierno. La austeridad se compone ciertamente de políticas económicas, pero también engloba un ideario económico, donde la construcción de consenso a través de la difusión de la teoría ortodoxa es, de hecho, más importante para el buen funcionamiento del capitalismo que el equilibrio en los presupuestos propiamente dicho. El consenso incuestionable en torno a una sociedad intrínsecamente desigual y antidemocrática como la que vivimos hoy en día contribuye a la inseguridad social y política presentes.

De hecho, es importante mencionar que lo que los críticos señalan a menudo como problemas –la inseguridad social, la precariedad, la aparición de partidos ultranacionalistas, las guerras en curso y los ataques a los medios de subsistencia– son, en realidad, “soluciones” precisas para el buen funcionamiento de nuestro sistema económico, ya que garantizan las condiciones estables para la acumulación de capital.

La narrativa de la austeridad

La tesis que defendemos en este artículo es que la austeridad ‒entendida como una doble estrategia de coerción y consenso‒ fomenta la inseguridad social, económica, ambiental y política de dos maneras: por un lado, ocultando las causas de múltiples crisis; y, por el otro, evitando el trabajo intelectual y práctico que podría atenuar o resolver tales crisis. El genocidio en Gaza, la creciente desigualdad, la angustia ambiental y el giro hacia el autoritarismo son crisis que requieren intervenciones que contravienen la actual lógica de acumulación capitalista. Lo más perverso de la austeridad es que, en sí misma, es una causa fundamental de estas crisis (a través de una intervención política que incluye recortes en los presupuestos, en los programas sociales y una presión a la baja sobre los salarios), pero se nos presenta como un remedio por parte de la narrativa que el ideario económico implanta en los trabajadores: la idea de que más austeridad es la solución, y que más capitalismo ‒y no menos‒ lo arreglará todo.

En este texto analizamos cómo la teoría económica y el diseño de políticas trabajan juntos para garantizar que la acumulación privada orientada al beneficio y basada en el trabajo asalariado avance sin obstáculos, especialmente porque socava la capacidad de la sociedad para descubrir soluciones a largo plazo ante una inseguridad creciente. Sostenemos que las crisis actuales requieren innovación social, en lugar de innovación tecnológica, y esa innovación social requiere volver a pensar y superar de manera crítica la relación capitalista. Una relación endeble y precaria, como se expone En este texto analizamos cómo la teoría económica y el diseño de políticas trabajan juntos para garantizar que la acumulación privada orientada al beneficio y basada en el trabajo asalariado avance sin obstáculos, especialmente porque socava la capacidad de la sociedad para descubrir soluciones a largo plazo ante una inseguridad creciente. Sostenemos que las crisis actuales requieren innovación social, en lugar de innovación tecnológica, y esa innovación social requiere volver a pensar y superar de manera crítica la relación capitalista. Una relación endeble y precaria, como se expone a continuación.

Capitalismo: un sistema intrínsecamente inestable

Oculta bajo la retórica de los expertos económicos hay una verdad tan obvia que tiende a pasar inadvertida: el capitalismo es un sistema jerárquico y clasista que requiere la existencia de una clase de trabajadores a la que explotar. No obstante, nada garantiza la reproducción de esta jerarquía social en el tiempo y en el espacio. El capital, entendido como una relación social ‒relación entre trabajadores y empleadores, por la que a los primeros se les paga un salario y, a cambio, estos producen plusvalía para sus jefes‒ debe protegerse continuamente contra las amenazas. Dado que es una relación desigual y que los explotados son mayoría, siempre existe la posibilidad de que la relación de capital sea revertida. Cuanto mayor consenso haya en torno al sistema, mayor será su estabilidad, con independencia de que el capitalismo, en términos generales, genere inseguridad e inestabilidad en una variedad de dimensiones, entre ellas las económicas, sociales, políticas y medioambientales.

La austeridad ‒tanto las políticas de austeridad que transfieren los recursos de los trabajadores hacia los ahorradores, como la correspondiente teoría económica que defiende estas políticas a cualquier coste‒ funciona para estabilizar un sistema intrínsecamente inestable. La pandemia de la COVID-19 puso de manifiesto la facilidad con la que el sistema podía perder su apariencia “natural”. Los gobiernos simplemente intervinieron en el ámbito de lo económico politizando el capital, y los trabajadores pudieron por ese lapso de tiempo imaginar un futuro sin........

© Alternativas Económicas