La cifra es el pueblo
A veces, la política se disfraza de frialdad administrativa. Nos acostumbramos a ver los debates parlamentarios como un desfile de corbatas, maletines y hojas de cálculo ininteligibles para el ciudadano de a pie. Sin embargo, hay momentos en que la aritmética se vuelve trinchera y los números dejan de ser abstracciones para convertirse en el pulso vital de una nación que se niega a morir. La reciente presentación de la Vicepresidenta Ejecutiva, Delcy Rodríguez, ante la Asamblea Nacional no fue un simple acto burocrático; fue un parte de guerra y, al mismo tiempo, una carta de amor a la resistencia venezolana.
Al desglosar los Proyectos de Ley de Presupuesto y de Endeudamiento para el 2026, no nos encontramos solo con la gestión de recursos financieros. Nos topamos de frente con la gestión de la esperanza en medio del asedio. Venezuela, esa patria que Rodríguez describió acertadamente como «asediada, amenazada y agredida», no está planificando su economía desde la comodidad de un escritorio en aire acondicionado, sino desde la herida abierta del bloqueo y la cicatriz de la batalla diaria. Y aun así, contra todo pronóstico de los agoreros del desastre, el país avanza, recuperando músculo y dignidad.
La Matemática de la Dignidad
Lo primero que salta a la vista —y que debería ser motivo de insomnio para los teóricos del neoliberalismo— es una cifra que rompe con la lógica del capital: el 77,8%. Ese es el porcentaje del presupuesto destinado a la inversión social. En un mundo donde los gobiernos «serios» (según el FMI) recortan en salud y educación para salvar bancos, Venezuela destina casi ocho de cada diez bolívares a la gente.
Como historiador, me es imposible no mirar el retrovisor. Quienes vivimos la Cuarta República recordamos bien los presupuestos de entonces. Eran documentos de la exclusión, donde el mal llamado «gasto social» se veía como una carga pesada, una limosna necesaria para mantener la paz social, que nunca superaba el 40%. Hoy, la lógica se ha invertido. El presupuesto de 2026, que asciende a más de 5.000 millones de millones de bolívares, no es un gasto; es la sangre que oxigena el cuerpo social de la nación.
Este 77,8% se traduce en una realidad tangible: educación, salud, vivienda, cultura y la........





















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