Begoña y Koldo: lío en Río
A Sánchez le preocupa lo justo que sus socios de Frankenstein hayan convertido el Congreso en una grillera. Le da la risa ver la foto de su diputada Patricia Blanquer, arrodillada ante la bancada de ERC, en súplica de una caridad para sacar adelante el saqueo fiscal que alienta Yolanda Díaz, la fashionaria en vías de extinción. Apenas se conmueve ante el ridículo inagotable de María Jesús Montero, tan abrasadita que difícilmente sobrevivirá a la gran purga del congreso de Sevilla. Le molesta, eso sí, la tocada de pebrots permanente que le dedica el forajido de Waterloo, ahora muy crecido, y la exhibición de los colmillos sarrosos de Pablo Iglesias, que amenaza con su revuelta.
Asuntos menores todos ellos para un Sánchez que acaba de cumplir un año de su última reencarnación presidencial y empieza a meditar sobre si habrá alguna más. Más le incomoda el reto que le ha lazando Feijóo en Bruselas, un combate feroz en el boudoir de doña Ursula, nada que ver con la pantomima de Tyson y Jake Paul en el cuadrilátero de Netflix. Como bien indican sus andares chulescos, Sánchez no soporta perder. Menos aún en el corazón de Europa donde antes se le adoraba y ahora le hacen cuchufletas.
El sacrosanto cordón sanitario a hacer puñetas. ¡A mis brazos querido Abascal! ¡Viva la derechita europeísta y progre! Gran escena, el Psoe y Vox compartiendo alegremente sillones en el Gobierno de la........
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