Nada fuera se detuvo. Ni cesó la lluvia en San Sebastián. Ni los coches interrumpieron su marcha. Ni los vecinos abandonaron sus rutinas. Ni desapareció el olor a ropa limpia de los tenderetes colocados en los balcones techados. Ni se acalló el ruido de una obra que lleva días ensuciando el graznido de las gaviotas que vuelan entre estas calles próximas al mar. Todo siguió exactamente igual. Todo. La vida y la programación, a pesar del dolor interminable de Gaza.

Era martes por la tarde. Faltaban unos pocos minutos para las cuatro. Para entonces las noticias ya se habían masticado en todos los telediarios y programas posibles, estaban en plena digestión y, sin embargo, me chirrió que sonaran de nuevo a esa hora en “la uno” de Televisión Española. Lo atribuí a la enésima estrategia en pro de la audiencia. Un dislate más de un canal público que -ahora mismo, en ese franja- orbita como un planeta sin rumbo. Una sorpresa, la de la redifusión de un informativo en tiempo ya de siesta, que se transformó pronto en estupor.

Primero surgió un mapa y justo después, la careta del controvertido programa de “La familia de la tele” acompañada de un video de la celebrity Mar Flores........

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