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Voces ucranianas (II): cuando la solidaridad de Polonia comenzó a agrietarse

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Con la mirada perdida, Artem parece ajeno a la amplia sala que nos rodea, donde coloridas guirnaldas de papel adornan un escenario que acoge, desde hace más de una década, eventos que tejen puentes entre ucranianos y polacos. “Las actividades de integración ya no son suficientes para ayudar a los ucranianos hoy”, sentencia el presidente de Fundación Ucrania. “Hace falta un cambio mayor. La situación en Polonia está yendo en una mala dirección”.

Pero no siempre fue así. Al principio, la solidaridad era espontánea, “casi un reflejo”, recuerda Jacek*, funcionario de la administración polaca. Oleg, miembro de la asociación Nomada, evoca aquellos días en los que personas sin ninguna vinculación previa con el activismo o la ayuda humanitaria se volcaron con los recién llegados. Su compañera polaca, Kinga, lo confirma: “Al principio, todo el mundo fue muy amable con los ucranianos”. Y añade: “Los polacos les invitaban a sus casas. Era un auténtico movimiento: te sentías inspirado por los demás, con la sensación de estar viviendo un momento histórico”.

La acogida de refugiados fue “más una evolución que una revolución”, en palabras de Jacek. “Solíamos vivir en el mismo país”, explica. Desde hace más de cinco siglos, las trayectorias de Ucrania y Polonia se entrelazan, marcadas por anexiones, particiones y fronteras móviles que unieron y separaron a ambos pueblos, hasta que el siglo XX los situó del mismo lado del Telón de Acero: Ucrania como parte de la URSS, y Polonia en su órbita.

En particular, la región de Breslavia ya tenía una presencia ucraniana significativa, desplazada forzosamente en 1947 por el régimen........

© The Conversation