¿Por qué no me puedo sacar esa canción de la cabeza? La neurociencia lo explica
No piense en un elefante rosa. En serio, no lo haga. Aunque quiera imaginar un elefante rosa, no se imagine un elefante rosa.
¿Ha conseguido no imaginarse un elefante rosa? Estoy convencido de que, excepto si tiene afantasía, ha imaginado un elefante rosa (aprovecho para enviar un abrazo a mi amigo Fer que tiene afantasía).
Este ejemplo clásico, adaptado del capítulo X de la novela City in the Sky (Curt Siodmak, 1974), ilustra lo difícil que puede ser reprimir nuestros pensamientos. Algo parecido ocurre con los earworms: cuanto más intentamos evitar que una melodía se vuelva pegadiza, más nos infecta.
El término inglés earworm procede de un artículo escrito en alemán que utilizaba la palabra ohrwurm. Ambos términos en castellano significan gusano de oído o gusano auditivo, aunque suele traducirse como “gusano musical”.
Podría definirse como una experiencia involuntaria en la que una melodía se repite en bucle en la mente en ausencia de estimulación sensorial externa. Como si hubiera una radio en el fondo de nuestra cabeza y estuviera sonando la misma parte de una canción todo el rato, incluso durante varios días.
Al estudiar el earworm (mediante escalas en autoinforme) se ha descubierto que es extremadamente común. Se estima que entre el 72 % y el 92 % de la población experimenta gusanos musicales con regularidad. En concreto, el 90 % de las personas tienen al menos un episodio a la semana, pero solo un 26 % los experimenta varias veces al día.
¿Y qué facilita el comienzo de un gusano musical? Las canciones rápidas, con melodías genéricas y con patrones de intervalos inusuales. Y, sobre todo, que sean familiares y fáciles de cantar.
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