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La guerra civil del Occidente colectivo

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20.04.2025

La occidentalización del mundo, la otra cara de la globalización neoliberal, ha fracasado. Tanto más traumático será el declive histórico de Occidente cuanto más se nieguen sus líderes a reconocer la inevitabilidad del futuro mundo multipolar.

“El poder es esencialmente jerárquico y conflictivo, y su disputa implica una competencia permanente por más poder y por la conquista y control monopolístico de las condiciones más favorables para la expansión de ese poder”

José Luis Fiori, 2024

Los hechos en sí poco dicen si no se tiene un marco teórico que los interpreten y les den sentido. Esto es así siempre; ahora mucho más. ¿Por qué? Porque la historia real evoluciona a saltos, con quiebres, con rupturas. Hay periodos de normalidad, es decir, de sucesión de acontecimientos en un espacio-tiempo homogéneo, estandarizado, previsible. Hay también periodos de fracturas, de discontinuidades radicales.

Su característica básica: la excepción se convierte en “normalidad” y el tiempo se acelera. Cada mañana desayunamos con algo nuevo, los acontecimientos se suceden vertiginosamente; nos asombran, nos inquietan, no lo entendemos. Atisbamos el peligro y nos quedamos sin referentes. Los actores estatales, los grandes operadores financieros y empresariales, los formadores de opinión suelen interpretar estas fases históricas como periodos de caos, de desorden, de incertidumbre. Son épocas de crisis y se viven como tales.

La cita de Gramsci parece obligada, por mucho que le pese a Adam Tooze: “La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer: en este interregno se dan los más diversos fenómenos morbosos”. Ahora bien, hay que tener cuidado. El viejo sardo la formula relacionándola con “la crisis de autoridad”, cuando “la clase dominante ha perdido el consenso, esto es, si ya no es “dirigente” sino solo “dominante”, detentadora de pura fuerza de coerción, esto significa simplemente que las grandes masas se han separado de las ideologías tradicionales, ya no creen en lo que creían antes, etc.”. Después, solo después, viene la cita tan repetida en estos días, que, es bueno recordarlo, se relaciona inmediatamente con la “cuestión de los jóvenes”. Yo la voy a emplear en este sentido más general y en otro más restringido relacionado con la crisis de hegemonía en las relaciones (de poder) internacionales.

La cita de Gramsci parece obligada, por mucho que le pese a Adam Tooze: “La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer: en este interregno se dan los más diversos fenómenos morbosos”

Conviene no dejarse confundir desde el principio. No, no es verdad que ahora se esté poniendo fin al orden internacional instaurado después de la Segunda Guerra Mundial. Eso terminó con la desintegración / derrota de la Unión Soviética y la disolución del Pacto de Varsovia. A lo que ahora se pone fin es al Orden Internacional proclamado e impuesto por los EEUU desde, al menos, 1991. Lo que se quiere esconder es que ese orden institucionalizaba una determinada correlación de fuerzas (de dominio y control) bajo hegemonía unipolar norteamericana basada en unas “normas” singulares; definidas, interpretadas y aplicadas por el “soberano” victorioso sobre el “imperio del mal”. El “momento” unipolar implicaba subordinar el Derecho Internacional a los intereses de los EEUU, poner a su servicio las instituciones internacionales y arrogarse el (único) poder para hacer y declarar la guerra.

Hagamos memoria, porque se dijo y se ha repetido muchas veces: con el Consejo de Seguridad de las NNUU cuando es posible; sin él, cuando el Presidente de los EEUU lo considera necesario. ¿Damos ejemplos? Somalia, Afganistán, Irak, Libia, Siria, Yemen…. intervenciones militares sin el apoyo del Consejo. Con su “Orden” y con sus “normas” siempre se han dado a sí mismos el derecho y la legitimidad para sancionar, criminalizar e intervenir militarmente cuando sus intereses se ponen en peligro. El presidente Carter dijo que su país era el más belicoso de la historia. No se equivocaba.

El “Orden Internacional basado en normas”, impulsó nuevas relaciones de poder, nuevas alianzas entre países y reajustó con mano firme el sistema-mundo capitalista. En su centro, el Occidente colectivo. Su proyecto: la globalización neoliberal/la occidentalización del mundo. Hay que precisar. Este “Occidente” no es el Occidente realmente existente en su sustancial pluralidad y en su radical diversidad, es una construcción político-cultural hegemonizada por los EEUU, con el Reino Unido como secundario de lujo. Las clases dirigentes anglosajonas se han considerado a sí mismas como el verdadero Occidente; los salvadores de una Europa decadente, hipotecada por un pasado glorioso y sin voluntad de poder. Sus esperanzas siempre estuvieron con la “otra” Europa, la del Este, la anticomunista y anti rusa.

El “Occidente colectivo” no es el Occidente realmente existente en su sustancial pluralidad y en su radical diversidad, es una construcción político-cultural hegemonizada por los EEUU, con el........

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