Opinión: ¡Orinando ando, y sentado… que no es lo mismo!
El mes del orgullo LGBTIQ es uno de los tiempos del año que, sin duda, más emoción me carga. Es algo inexplicable, pero pareciera (y es literal), que una llama se encendiera en mi cada año cuando la Marcha LGBTI de Bogotá se acerca y con ella, todas las actividades, políticas o no, que emergen de la nutrida y caótica capital de nuestro país. Con extrañeza, pero, a la vez, con firmeza, la ciudad se viste multicolor para recibir a propias, propios y foráneos que la ven como el territorio del país donde se puede ser.
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Y aunque lo notorio se da en el espacio público, muchas personas aún lejanas de las movilizaciones (ya que son varias), deciden simplemente volver a lo simple de su hogar, salir de rumba o pegarse una rodadita al Huila o Tolima para festejar las fiestas de San Pedro y San Pablo al calor de un bambuco, lechona y aguardiente Tapa Roja.
Pero bueno, este activismo ¿solo se expresa en lo público? ¿Acaso no existen otras formas de romper con las cadenas del patriarcado y detonar pequeñas victorias en los espacios privados? ¡Yo digo que sí! De hecho, algunas formas convencionales o no, dan cuenta de la posibilidad para transformar desde lo cotidiano y no se imaginan lo profundo de su efecto. El hecho de tomarse el tiempo para escribir, publicar........
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