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Francia Márquez a la sombra de Gustavo Petro: un pulso de poder

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thursday

No soy tan famosa ni tan relevante en el mundo de los activismos como lo ha sido Francia Márquez, quien ha demostrado que desde las resistencias empobrecidas e invisibilizadas también se puede llegar al poder. Llevo aproximadamente veintiséis años haciendo activismos desde diferentes esquinas. Los activismos atraviesan mi vida desde el conocimiento hecho piel, y como educomunicadora estoy aquí, a veces haciendo periodismo para el desarrollo humano, a veces opinando desde la vida misma y la autoridad que me da mi derecho democrático a participar del debate público sobre la justicia y el deber ser de la Nación. Hoy reflexiono sobre los pasos de Francia Márquez en este periodo de gobierno, y quiero compartir estas ideas desde lo más profundo de mi ser, con el ánimo de que diferenciemos: una cosa es el discurso de Francia y lo que ella encarna como símbolo —eso hay que respaldarlo estratégicamente para siempre—, y otra, muy distinta, es su rol como funcionaria dentro de un sistema político en el que también cometió errores.

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Siempre me he imaginado hablar cara a cara con Francia Márquez porque admiro la manera en que se ha abierto paso en una sociedad racista, clasista y machista. Por supuesto, siempre he querido ser la periodista que indaga un poco más sobre su biografía, preguntarle a los ojos sus experiencias de vida y hacer del conocimiento hecho piel una experiencia educomunicativa desde un periodismo para el desarrollo humano. En su campaña intenté hacer la entrevista y no fue posible. Luego llegó el cargo. Y todo lo que ya sabemos. Aun sigo soñando con que en algún momento de la vida este diálogo a los ojos se dé de mujer a mujer.

Ella ha logrado espacios de poder que, de muchas maneras, favorecen a las minorías desaventajadas. Eso no puede ignorarse. Es necesario saber separar a la mujer que llevó a cabo procesos ejecutivos desde su humanidad —con todas sus contradicciones— de la figura simbólica que representa. Francia decidió levantar la voz, aunque haya pasado tres años en silencio y sumisión institucional. Esa decisión marca un punto. Aquí sí hubo juego de poder. Existe un mestizo utilitarista, traficante de derechos. Existió clasismo y racismo en la forma en que se impidió que Francia Márquez brillara con autonomía política. Le restringieron la acción. Esa realidad es tan contundente como el hecho de que ella pudo rebelarse y eligió no hacerlo.

Como señala Gayatri Chakravorty Spivak en ¿Puede hablar el subalterno?, la subalternidad es un espacio complejo donde la voz es a menudo suprimida o mediada por estructuras de poder hegemónicas. Desde mi voz, entiendo que en este contexto, la decisión de Francia de “no hablar” en su momento podría interpretarse como una forma de silencio impuesto por la dinámica del poder. Sin embargo, su reciente levantamiento de voz es un quiebre, una fisura que rompe con esa imposición, resonando con la idea de “abrir brechas” de Silvia Rivera Cusicanqui.

Muchas cosas no se implementaron —como las universidades prometidas para las comunidades afro— porque a Francia no se le dio libertad para actuar. También porque estaba ocupada demostrando que una mujer afrocolombiana podía, que había podido llegar, que era capaz de ocupar un helicóptero, viajar, hacer relaciones públicas, ocupar un ministerio. Más que mostrar resultados, el foco estuvo en mostrar que sí se puede. Y eso importa, claro que........

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