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Negacionismo

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17.04.2025

La palabra, un neologismo de “negar”, surgió en la década de los 60 para definir a quienes, frente a las evidencias históricas y empíricas, negaban y continúan negando el exterminio nazi por razones ideológicas. Décadas después, en la era de las redes sociales y la posverdad, se extendió a todos aquellos que rechazan hechos incontestables como la redondez de la Tierra o la evolución de las especies.

Sea lo que sea, el término se refiere en sentido estricto a la obsesión maniaca por ocultar crímenes atroces cuya evidencia es absoluta.

El Estado mexicano ha tenido desde siempre esa manía. Pero ella ha adquirido una dimensión cada vez más patológica y perversa desde que Felipe Calderón desató la guerra contra las drogas e instaló al ejército en las calles. A partir de entonces –ya sea bajo la administración panista del propio Calderón, bajo la priista de Enrique Peña Nieto o bajo las morenistas de Andrés López Obrador y Claudia Sheinbaum– los crímenes atroces no han dejado de sucederse acompañados de negacionismo. La más clara y aterradora expresión de esa manía –hay que volver a ello, aunque la noticia haya pasado a un tercero o cuarto término– ha sido la reacción del gobierno de Claudia Sheinbaum a la resolución del Comité de la ONU sobre Desaparición Forzada (CDF) de poner bajo escrutinio al Estado mexicano por esos crímenes y de ser necesario llevar el asunto a la Asamblea General de la ONU. No sólo la presidenta Claudia Sheinbaum, las secretarías de Gobernación, de Relaciones Exteriores y la Cámara del Senado,........

© Proceso