menu_open Columnists
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close

Cuando el gobierno reabre y los mercados no celebran: la otra crisis detrás del shutdown

7 0
previous day

El gobierno de Estados Unidos finalmente reabrió sus puertas tras el cierre más largo de su historia: 43 días de parálisis administrativa, incertidumbre institucional y miles de empleados públicos sin salario. El presidente Donald Trump quiso venderlo como una victoria del orden sobre el caos, una prueba de su capacidad para negociar “bajo presión”. Pero esta vez, el país no celebró. Y los mercados, mucho menos. La reapertura no trajo alivio, sino un silencio expectante. Los índices apenas se movieron, los sectores tecnológicos corrigieron y el optimismo se disipó como una niebla que no terminó de levantar.

A simple vista, podría parecer contradictorio. Si el cierre terminó, ¿por qué no rebotaron los mercados? La respuesta está en la naturaleza misma de esta crisis: no fue una cuestión presupuestaria, sino de confianza. Los inversores no solo observan los balances; evalúan la coherencia política, la previsibilidad institucional y la sensación de rumbo. Y lo que este shutdown dejó al descubierto es que, bajo la superficie de la recuperación, Estados Unidos vive una inestabilidad estructural: un gobierno errático, un Congreso dividido y un presidente más enfocado en narrar victorias que en garantizar estabilidad.

El cierre dejó secuelas que no se borran con una firma. La interrupción de los reportes oficiales de empleo, inflación y productividad obligó a la Reserva Federal a operar con información incompleta, y el sector financiero a moverse a ciegas. Y mientras la parálisis gubernamental secaba los datos, el nerviosismo encontró otro catalizador: la volatilidad tecnológica. En las últimas semanas, gigantes del sector han sufrido ventas masivas de acciones, impulsadas por la sobrevaloración de las empresas vinculadas a inteligencia artificial y el temor de que el auge del sector haya alcanzado su techo demasiado pronto.

Lo que debía ser la era dorada de la innovación se ha convertido en un termómetro de fragilidad. Cada día que la Casa Blanca actúa de manera imprevisible, ya sea amenazando con sanciones comerciales y aranceles o cambiando el discurso sobre políticas fiscales, se amplifica el ruido que el mercado más teme: la incertidumbre. Porque en economía, las crisis no siempre se miden por pérdidas, sino por percepciones. Y hoy, la percepción dominante es que la política ha perdido su rumbo.

........

© Primicia