Pequeñas f(r)icciones: El sobrino y el alcalde
El alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, está cómodamente sentado en uno de los sillones —el que tiene más relleno— de la sala de mi casa. Es la primera vez que lo veo en persona y no soy yo precisamente quien lo ha invitado. Tampoco es que —hay que decirlo— él se haya invitado solo, sino que ha llegado hasta aquí convocado por su sobrino, el precandidato presidencial Phillip Butters, a quien tampoco conozco, pero sí he invitado. La cosa está enredada, lo admito, pero vamos a ver si podemos explicar lo sucedido.
En medio de la afiebrada creación de programas de entrevistas que ha invadido Youtube, decidí reclamar mi espacio; total, espacio es lo que sobra en el vasto mundo digital. Enterado de ello, un amigo que sigue en Instagram a una chica que trabaja con Butters me preguntó si me interesaba entrevistarlo. Y a mí, la verdad, no me interesaba demasiado o, en todo caso, no era mi primera opción, pero le dije “ya”, pensando que el tema no iba a prosperar. Sin embargo, Butters, inmerso en una evidente e incontenible suerte de roadshow, aceptó. Y no es que este comunicador necesitara hacerse conocido, para su bien —y para nuestro mal, o viceversa— es una figura reconocible. Su lado fuerte, sin embargo, puede ser también su principal problema: lo conocen demasiado.
Apenas ingresó a la casa —donde un viejo estudio ha sucumbido ante un austero pero combativo set— me extendió la mano y lanzó su mirada por todos los rincones del lugar. Sentados, respectivamente, en los extremos del único mueble que sobrevivió a la remodelación, y ya debidamente cableados, Butters me soltó: “¿Cuántas vistas hace tu programa en promedio?”. Y, como suele hacer, no........
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