Martín Vizcarra está hundido en el sillón que domina la sala de su residencia. Lleva en silencio dos minutos eternos y sus ojos de reptil están tan inmóviles que parecen de marfil. Lleva su mano hasta su mentón y asienta la cabeza con un movimiento lento, muy lento, casi imperceptible. Mario, su hermano, está sentado frente a él y lo observa expectante.

— Esto es lo que vamos a hacer —dice Martín, reaccionando—. Tú vas a ser el candidato presidencial.

Mario siente que, de repente, sus hombros se vuelven de concreto y el peso parece aplastarlo. Una mariposa o algún otro insecto volador empieza a dar vueltas en su estómago.

— ¿Yo? ¿Candidato presidencial?

— Claro, esa es la solución.

— No sé, Martín. ¿Y de qué partido?

— ¿Cómo de qué partido? Del nuestro, de “Perú Primero”.

— Ah, sí, claro. Perdona es que lo que me has dicho me ha tomado por sorpresa.

— Ni tanta sorpresa. Acuérdate que algo de eso hablamos cuando ese maldito juez me metió preso.

—¿Cuál? ¿Ese que hizo justicia?

— Ese mismo. Imagínate. ¿Cómo se le puede ocurrir que yo estaba pensando en fugarme?

— Pero tú estabas pensando en fugarte.

— Sí, pero solo lo estaba pensando. A veces uno piensa cualquier tontería.

— ¿Y ahora qué has pensado?

— Ya te dije, que tú seas el candidato.

Mario se pone de pie. Sus ojos se mueven de un lugar a otro en sus cuencas. Luego, echa su cabeza hacia atrás y después hacia adelante hasta que su mentón choca con el pecho.

— ¿Qué haces?

— Mi cuello está bien tensionado.

— Por gusto te pones nervioso.

— Tú sabes que no me gusta dar la cara.

— Pero no tienes otra —dice con una sonrisa conciliadora.

Mario suspira y lanza una carcajada........

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