Todos, menos Cristian Castro, estamos ocupados. Con la veleidad propia que gobierna las redes sociales se ha viralizado una declaración que el blondo y excéntrico baladista mexicano diera hace más de un lustro. Su mensaje es atemporal.

Sucedió en una entrevista que pudo haber sido otra más revisando los tópicos habituales de una carrera brillante y chirriante a la vez. En ella Castro planteó un concepto que abarca el espacio que hay entre la insignificancia y la trascendencia:

—La gente tiene que aprender a no hacer nada.

La reacción inicial fue superficial, algo comprensible. A lo largo de más de tres décadas de pintoresca carrera artística, el señor Castro ha hecho méritos suficientes como para asociar su nombre a la vergüenza ajena.

Tenemos como ejemplo mayor el icónico videoclip de una de sus interpretaciones emblemáticas, “Azul” (2001), refugio de karaokes y camaradería desvengonzada. En el video, Castro se infiltra entre las porosidades de las fronteras de género, manierismo que marida impecablemente con el lirismo de la balada en cuestión, especialmente al alcanzar unos agudos que ponen en jaque la ortodoxia heterosexual.

Es probable que por temas como los anteriores cueste trabajo tomar en serio a Cristian Castro. Se dedujo,........

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