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Una democracia de vagos y maleantes

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No hay democracia donde el reloj obedece al patrón. Antonio Garamendi protesta porque le arrebatan el privilegio de robar nuestras horas. Su cruzada contra el registro horario no es otra cosa que la defensa de un viejo fuero patronal: que el tiempo de los trabajadores les pertenece. Cuando invoca la "cultura del esfuerzo" y compara la vida asalariada con el entrenamiento de un deportista de élite, no improvisa: dicta doctrina de clase, convierte vivir mejor en desviación y eleva el sufrimiento a virtud. Toni Nadal entona el mismo coro: en España el trabajo "parece un castigo", dice. Y la patronal vasca exige "más horas y menos bajas" con la misma fe con la que otros rezan su credo: flexibilidad, sacrificio, obediencia. No discuten nuestra productividad, disputan nuestra soberanía.

Nos quieren narrar que la historia humana es una epopeya de héroes individuales: que prosperar depende de entrenar como Nadal, de madrugar como un gurú de LinkedIn, de repetir mantras de autoayuda como si fueran leyes universales. Pero la verdad es otra: la mayoría madruga porque no tiene alternativa, hace horas extra porque teme perder el empleo, y acepta condiciones injustas porque el alquiler no espera. Quienes invocan la meritocracia son, en realidad, los guardianes de una herencia: adultos de parque temático que confunden confort con virtud, nepo babies que sermonean disciplina mientras heredan privilegios. El truco es sencillo: celebrar el esfuerzo y bautizar como mérito lo que no es más que cuna. Y de ese engaño nace la gran promesa democrática incumplida: la igualdad de oportunidades.

Una fórmula de igualdad que no es un horizonte pendiente, sino una ficción estadística. Según la OCDE, en España a una persona nacida en un hogar pobre le llevará cuatro generaciones alcanzar el ingreso medio. El ascensor social lleva años parado en la planta de los ricos, atascado y reservado para quienes siempre viajaron en él. El Banco de España confirma que la persistencia intergeneracional en quienes nacimos en los noventa alcanza niveles propios de Estados Unidos: tu renta adulta es, cada vez más, una sombra de la de tus progenitores. Y en Euskadi, donde la red concertada escolariza a casi la mitad del alumnado, la cuna decide el aula y el aula condiciona el futuro. Mientras tanto, los gurús del emprendimiento y los crypto bros predican que con esfuerzo........

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