Alain Pérez: ¡Bingo!
No importa la mala suerte de unos años, la migraña por el calor. No importa un país deshecho por repetidas crisis, ni el fuego de la apatía quemándolo todo. Da igual el fin de mes, las ausencias; cuando llega la música, por un momento es ella lo único que importa.
La vida es un bombo lleno de nombres, experiencias e historias, como un bingo. Completamos nuestro cartón con el paso del tiempo. En Cuba nos tocó marcar a Lecuona, Miguel Failde, Benny Moré, Celia Cruz, Juan Formell, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Bebo y Chucho Valdés, entre tantos otros.
Cada generación ha tenido sus voces: artistas cuya lírica nace del dolor o de la alegría, y que abren en la música un canal capaz de abrazar, incluso —y sobre todo— en las circunstancias más duras.
El artífice aparece en escena vestido de blanco, con su bastón, sus trenzas y un pañuelo de lunares. Levanta un brazo; los metales irrumpen. Abre y cierra las piernas como si no tuviera huesos. A un lado, un taburete y un sombrero; en el aire, la mística de una canción de esquina.
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