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República y algoritmo: libertad y justicia en la Inteligencia Artificial

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03.09.2025

La inteligencia artificial (IA) ha irrumpido como un fenómeno aparentemente nuevo, sin pasado. Su promesa de transformación social y su sofisticación técnica la presentan como una ruptura sin genealogía. Sin embargo, toda novedad tecnológica se inscribe en una historia social. Comprenderla exige una mirada crítica, no apenas deslumbrada.

A la inversa, ideas como la libertad republicana —entendida como “no dominación”— suelen considerarse reliquias conceptuales. Ahora bien, ¿y si fuera al revés? ¿Y si la IA, al reorganizar las condiciones materiales de la vida, llevara a repensar la libertad desde sus núcleos más exigentes?

¿Puede una sociedad mediada por algoritmos garantizar autonomía ciudadana? ¿Puede la República interferir legítimamente en los dominios privados del poder digital si estos erosionan la igualdad política? ¿Qué ocurre cuando sistemas de IA diseñados por megacorporaciones escapan al control fiduciario de la ciudadanía?

En este contexto, la tradición republicana no solo conserva vigencia: parece volverse indispensable. Lo “antiguo” puede ser clave para pensar críticamente lo “nuevo”. La IA surge y opera dentro de estructuras sociales, trayectorias estatales y dinámicas políticas que la preceden. Puede formar parte de las apuestas por universalizar la libertad de lo común, o bien profundizar la exclusión y la desigualdad.

Este texto explora cómo los impactos de la IA pueden ser comprendidos y encauzados desde un paradigma republicano democrático. Hay aquí una afirmación tan evidente como necesaria: las ciencias sociales y humanas poseen una inteligencia propia que aportar al debate tecnológico.

Es una inteligencia común, construida a través del pensamiento político sobre lo que hemos considerado “democrático” durante más de dos mil quinientos años, en múltiples experiencias históricas y en todos los continentes.

Esta herencia compartida, lejos de ser un legado inerte, ofrece claves fundamentales para pensar críticamente el presente y el futuro de la IA.

Según la tradición republicana democrática, la libertad no se delega, no se vende, no se aliena. La libertad es constitutiva de la ciudadanía. Toda forma de dominación —jurídica, económica o algorítmica— es incompatible con ella. La frase “no es libre quien necesita permiso de otro para vivir”, resume el núcleo de la crítica republicana al poder arbitrario.

La IA no es solo una herramienta técnica. Es una tecnología de poder. Como advierte Cathy O’Neil, los algoritmos que operan en sectores como la educación, el empleo o la justicia penal no son neutrales. Al basarse en datos históricos sesgados y operar sin transparencia ni supervisión, estos sistemas reproducen desigualdades raciales, de clase y género, consolidando privilegios bajo la lógica de eficiencia y control. Su impacto es especialmente grave cuando se aplican a gran escala y sin posibilidad de apelación, afectando decisiones que pueden determinar el futuro de millones de personas. O’Neil denomina a estos sistemas “armas de destrucción matemática” porque combinan tres características peligrosas: opacidad, escala y daño. Los algoritmos, lejos de corregir injusticias, las amplifican al automatizar decisiones discriminatorias sin rendición de cuentas.

La creciente delegación de decisiones a sistemas algorítmicos —en ámbitos como la economía, la política o la gestión social— erosiona, según ha argumentado Miguel Benasayag, la deliberación pública y desplaza la responsabilidad democrática hacia entidades no humanas. La “gobernabilidad algorítmica” transforma a los ciudadanos en perfiles de datos, reduce su agencia política, y controla la “imprevisibilidad” que........

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