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Fascinación y uso poético de los nombres

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07.08.2025

La imagen del cielo estrellado es la visión que más evoca, a escala humana, el infinito. Y la imagen de un ser, de una cosa en particular, nos la evoca su propio nombre.

Al explorar los niveles subatómicos de la materia, el ser humano descubrió aquello mismo que su corazón conocía: el fragmento puede ser interminable, el infinito de todo no es más vasto, ni más abrumador, que el infinito de una sola cosa.

Si nos detenemos a examinar los nombres propios, cada uno la cifra de una individualidad infinita, emanan de ellos diversos tipos de sugestión. “Amalfi”, “Santiago”, “Samarkanda”, ¿qué fascinación es la que envuelve esos sonidos?

El infinito asoma en todo nombre, y acaso en toda vibración. Pero no hay sonido más dulce e insondable que nuestro nombre en labios de quien nos ama. Para quien nombra y es nombrado con amor, el infinito no es una cantidad inalcanzable: es una cualidad alcanzable.

A diferencia de las estrellas, la creación de nombres es un invento humano y un acto al alcance de cualquiera. Como suele ocurrir con los actos al alcance de todos, no muchos llegan a apreciar su misterio. El académico, el científico y el mago intentan enfrentarse al infinito con los ojos abiertos. Pero el camino del primero es demasiado árido; el del segundo, demasiado corto; y el del tercero, demasiado extraño.

Tanto los........

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