De los incentivos y el marabú
Y sí, estamos en Semana Santa. La Semana Santa me devuelve mi propia imagen de un niño de 11 años parado frente a la puerta de la guagua que lo llevaría a la aventura de su primer trabajo voluntario. Me devuelve también el sonido de las palabras de mi padre, que muy bajito y al oído me decía: “Si te montas en esa guagua, tienes que regresar en ella y con todos”.
Era una versión muy de él de aquella frase de los soldados romanos cuando marchaban a sus guerras de conquista: “Con el escudo o sobre el escudo”. De más está decir que regresé en la guagua con todos mis compañeros.
Hago la anécdota porque fue en ese primer trabajo voluntario donde por primera vez tuve un intercambio personal con el marabú. Nuestra tarea era limpiar tierras que estaban destinadas al pastoreo racional intensivo, tecnología que recomendaba un científico francés de apellido Voisin y que parecía iba a ser la solución de la ganadería en nuestro país.
No imaginé que marabú y vacas me acompañarían durante toda mi vida, y no porque me haya dedicado a ser botánico o vaquero.
Con 11 años comprobé cuán duro era el marabú. Tiempo después y para mi desencanto, vi cómo las vacas no entendieron las ideas de Voisin. También constaté que el marabú no solo era duro, sino también muy resistente. La dureza le ha permitido ser una planta ideal para la producción de carbón.
El carbón de marabú se ha convertido en un bien muy preciado porque, a la vez de ser exportable, es hoy un recurso imprescindible para la cocción de........
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