Rafael Grillo: “No me recuerdo de niño sin un libro en la mano”
Olvidé preguntarle a Rafael Grillo (La Habana, 1970) si fue un niño hiperquinético. Yo, y todos los que hurguemos en su currículo, podemos dar fe que, al menos de “grande”, padece de un tipo de hiperquinesia intelectual que lo lleva a encausar su intenso caudal energético por diversas y múltiples actividades que tienen, como denominador común, a la palabra. Periodista, narrador, editor, sicólogo, crítico de cine, profesor universitario, antólogo…
Grillo —en lo adelante, Rafa— es hombre llano, asequible, de sonrisa frecuente y espontánea. Sin embargo, siente predilección por la literatura y el cine negro, subgéneros que centran la mirada en la materialización de los más bajos instintos de la especie humana. Creo que, en su caso, le basta con imaginar y contar los crímenes; como sucedía a Hitchcock, que, hasta donde se sabe, en toda su vida no mató una mosca, y creó thrillers psicológicos sumamente inquietantes, como Vértigo, Psicosis, Los pájaros y La ventana indiscreta.
Pasen la vista por este intercambio sostenido entre septiembre y octubre de 2025, aquejados de apagones, inflación galopante y crisis sanitaria. También, interrumpido por viajes oxigenantes, salvadores.
Rafa, licenciado en Psicología en 1993, graduado de periodismo en 2001. ¿Ejerciste esa profesión? ¿Por qué decides reorientarte hacia la comunicación?
Realmente, siempre me interesó el ámbito de la comunicación y, sobre todo, hacer la carrera de periodismo, inspirado por las trayectorias de varios escritores, quienes alternaron en sus vidas la escritura de ficciones y el periodismo.
Era lo que quería estudiar al terminar el preuniversitario, pero solo dejaban entrar ahí a los que fueran militantes de la UJC, y yo no lo era. Luego, la Psicología fue mi premio de consolación, aunque no me arrepiento, pues tenía excelentes profesores, las asignaturas eran interesantes y si a la larga no me dediqué a atender los problemas mentales y conflictos de otras personas, al menos me ayudó a resolver en gran parte los míos.
Igualmente, dentro de mi carrera también había acercamientos al ámbito de la comunicación, y fue por ese camino al que me incliné al terminarla, decantándome por trabajar en el ámbito empresarial.
Pasé entre 1993 y 1998 por la corporación Cubalse, por Cubatabaco (hoy Tabacuba) e hice trabajos freelance para una publicitaria que existía entonces, y en todo ese tiempo desempeñé varias funciones: desde supervisor de ventas, marketing en ferias comerciales, mucha actividad de selección de personal, preparé encuestas de satisfacción con los servicios e hice redacción publicitaria dentro de campañas de comunicación…
No la pasé mal en esos trabajos, pero los intereses y ambiciones, rapiñas y corrupción, ignorancia revestida de autoritarismo, todo el ambiente enrarecido de ese entorno, no iban conmigo; y, además, anhelaba reconducirme al territorio donde creía poder respirar mejor, entre escritores y gente del ámbito de la cultura.
Así, apareció un amigo periodista, Félix Guerra, ya fallecido, al que le estaré eternamente agradecido por proponer mi nombre al entonces director del Centro de Información para la Prensa, Jesús Hernández, para entrar como editor de Cubahora, que fue el primer medio cubano de prensa digital. Me pusieron a prueba, me dieron tres días para demostrar si era capaz de editar y corregir textos periodísticos y redactar titulares de portada. Parece que lo hice bien, porque me contrataron.
Mientras era editor de Cubahora pasé el diplomado de reorientación hacia el periodismo; y ya en lo adelante mi vida se condujo por ahí. Como prefería el periodismo cultural, me dedicaba también a hacer cobertura de eventos culturales y empecé a escribir sobre cine y literatura, sobre artes visuales, que eran mundos afines a mis vivencias y círculo de relaciones.
Un momento crucial se dio a fines de 2003, cuando aceptaron un texto mío para ser publicado en El Caimán Barbudo, la revista que había sido siempre mi brújula cultural, pues a partir de ahí estreché vínculos con quienes realizaban ese medio.
Poco más tarde se abrió una brecha en la plantilla como editor de la página web, un trabajo para el que me sentía más que preparado. Un año más tarde se desocupó la plaza de jefe de redacción y di el salto hacia ahí, para convertirme en uno de los principales gestores de El Caimán…, y me seguí desempeñando en ese puesto por los siguientes 18 años.
¿Cómo fue tu despertar a la literatura desde el ángulo del autor? ¿Cuáles fueron tus lecturas genésicas?
Si no fuera porque nadie nace sabiendo leer, te diría que leí toda la vida, que no me recuerdo de niño sin un libro en las manos. Leí todo Verne, Salgari, Dumas, London, Twain, Stevenson, la ciencia ficción soviética y Bradbury y Asimov, las obras detectivescas de Conan Doyle y Agatha Christie, y Mario Puzo y las novelas negras de Hammet, Cain y Chandler y el policial cubano de aquella época, y Semionov y el contraespionaje y luego llegué a Hugo, Stendhal y Balzac, y a Dostoievski y Kafka, y a García Márquez y Cortázar y Borges. Fui cubriendo todas las etapas hasta llegar ya durante la universidad a la literatura filosófica y psicológica, a Hegel, Kant, Marx, Nietzsche, Kierkegaard, Camus, Sartre, Freud, Lacan.
Motivado por todas esas lecturas, empecé a escribir bien temprano y a participar de talleres literarios. Escribía cuentos y hasta ganaba premios y menciones en ese género desde la secundaria.
Con Silvio Rodríguez, Benedetti, Neruda y el primer amor, descubrí la poesía, la cual me sirvió para expresarme hasta más o menos los 30 años, pero por entonces ya me atraía escribir sobre ideas y me desvié hacia el ensayo y el artículo.
Mi primer libro publicado, Ecos en el laberinto (2005), fue el resultado de un premio de ensayo. El segundo, Las armas y el oficio (2009), viene de mi interés por la crónica periodística, y también ganó un premio. Pero ya había vuelto a crear mundos de ficción narrativa desde 2006, y en 2010 publiqué la novela corta Historias del Abecedario, un libro que combinaba el policial, el género romántico y el fantástico con vampiros, de un modo experimental, basado en los juegos de experimentación literaria del grupo Oulipo francés, al que pertenecieron autores como Georges Perec e Italo Calvino.
Por esa fecha estaba muy interesado en la escritura de los posmodernistas y me gustaban los rejuegos con la tradición del policial que hacían Umberto Eco, Auster y Vila-Matas. Escribí mi propio policial posmoderno, otra novela corta, Asesinos ilustrados, que ganó el premio Luis Rogelio Nogueras y salió publicado también en 2010.
Revolicuento.com es mi tercer libro de ficción narrativa, reúne relatos escritos entre 2010 y 2016, y aunque fue publicado por Unión en 2023, estaba entregado a esa editorial desde hacía años. Hay una edición de 2020 de Editorial Primigenios, en Estados Unidos, que contiene incluso relatos más recientes. Y en cuanto a narrativa de ficción, después de Revolicuento… ya tengo un cuarto libro publicado, Nueve cuentos negros (y uno quemado), que lanzó la editorial Mecenas de Cienfuegos en este 2025.
Abordas en tus relatos el género negro. ¿Si existiera en Cuba, te gustaría hacer crónica roja? ¿Es esta especialización forzosamente un........© OnCuba





















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