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Luis Álvarez-Lajonchere: “Cuba tiene alta diversidad de moluscos en mar y tierra”

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09.08.2025

Licenciado en Biología General por la Universidad de La Habana, Luis Álvarez-Lajonchere Ponce de León investiga taxonomía y biogeografía de moluscos terrestres endémicos y, en menor medida, moluscos y peces marinos cubanos desde el Museo de Historia Natural Felipe Poey, donde es el responsable de las visitas guiadas.

Trabajó por seis años temas relacionados con la biología molecular en el Centro de Ingenería Genética y Biotecnología, y es autor de más de treinta publicaciones científicas, entre artículos y libros sobre materias de su especialidad.

Aprovecho una visita ocasional a mi casa para proponerle este intercambio sobre malacología, disciplina a la que le ha dedicado buena parte de su vida.

¿En tu caso puede hablarse de curiosidad temprana por el mundo natural?

Cuando tenía 4 años mi mamá me preguntó qué quería ser de mayor. Le dije que me gustaba la biología. Y eso mismo soy, biólogo general, graduado en la Universidad de La Habana (UH).

Entre los 5 y los 6 años, en cuanto aprendí a zambullirme a unos 3 metros en el mar, empecé a coleccionar caracoles; no en balde acabé decidiéndome por la malacología. Entre los 6 y los 7 años me negaba a conversar, de vuelta de una visita al erróneamente llamado entonces Museo Poey, en el Capitolio; no quería que se me olvidaran los nombres científicos de los caracoles que había visto allí, antes de verificar a cuáles de los míos corresponderían. Así que fue mi primer acto de taxonomía empírica de moluscos.

Estudié en la primaria-secundaria Felipe Poey, donde gané, con una composición, el concurso dedicado a la vida y obra del científico, de manera que desde entonces admiro a este sabio cubano.

¿Cómo se forma un malacólogo en Cuba?

En Cuba no se forman académicamente malacólogos. Te haces biólogo general y luego te especializas. O ejerces la malacología como como aficionado.

El único malacólogo taxónomo que había, estando yo en el pre y la universidad, no prestaba sus libros. No me formó, solo me identificó especies comunes. A él lo enseñaron dos buenos malacólogos cubanos de la vieja escuela.

José Fernández Milera, malacólogo autodidacta, era ya mayor cuando lo conocí. No describió especies y no pudo formarme, pero me recomendó que no perdiera mi vocación y anotara las localidades donde habitan los caracoles terrestres endémicos, a los que debía prestarles más atención.

Hace muchos años, cuando aspiré a la plaza de malacólogo en el Museo Nacional de Historia Natural, el doctor Julio Genaro volvió a tocar el tema de la importancia de los moluscos endémicos. Descarté al final optar por ese puesto porque el subdirector científico de entonces consideraba que la Biología Molecular, empleada en mi tesis de grado, ¡no era una herramienta taxonómica!

Al cabo de muchos años y tumbos, mi hobby más querido se volvió finalmente mi profesión. Como la he ejercido de forma autodidacta, no aprovecho al máximo tiempo y esfuerzo, voy lento y, a menudo, no llego a donde los colegas que sí tuvieron mentores.

En estos tiempos nuestro sueldo es simbólico, pero yo pagaría por hacer lo que hago casi todos los días.

¿Podrías fijar los hitos de la malacología cubana? ¿Hay algún científico que pueda ser considerado padre de los estudios de esta disciplina en el país?

Tendría que empezar por las primeras listas de decenas de especies de moluscos terrestres cubanos descritos y colectados por Ludwing Karl Georg Pfeiffer y Johannes Gundlach en Canímar, Matanzas, desde 1839 y hasta finales de la segunda mitad del siglo XIX.

Esta dupla de la escuela alemana sería la que primero y más contribuiría en número de especies y en método de trabajo. Su obra abarca toda la Cuba virgen entonces, y casi todas las familias de moluscos.

El texto y el atlas de moluscos cubanos del francés A. d’Orbigny, publicados entre 1842 y 1845 en la edición del español La Sagra, incluye tanto moluscos terrestres como marinos.

Las descripciones y dibujos de Poey en Memorias de la historia natural de la isla de Cuba y en el Repertorio físico y natural…, apenas una década después, inician la escuela cubana de historia natural y también de malacología.

Lo refuerza, en 1878, la Contribución a la malacología de la isla de Cuba de Rafael Arango, primera compilación exclusiva de nuestros moluscos.

El período de oro la escuela cubana de malacología fue el desempeño del mejor discípulo de Poey, Carlos de la Torre, que, aunque naturalista, era eminentemente malacólogo. A él se deben extensas monografías de las dos familias más numerosas, dejó muchísimos nombres de especies manuscritas en colecciones.

Quizá De la Torre fue el cubano que más especies vio. Al igual que Poey, su mayor mérito fue formar a uno de nuestros mejores zoólogos y malacólogos, Carlos Guillermo Aguayo, autor de numerosos géneros, especies y subespecies. Tanto él, como De la Torre, desplegaron sus actividades científicas desde el Museo de Historia Natural Felipe Poey.

En paralelo, vino la contribución de la escuela norteamericana, cuyo exponente máximo fue Henry Augustus Pilsbry, contemporáneo y conocido de Carlos de la Torre; su entendimiento mundial en moluscos solo fue equiparado por L. Pfeiffer.

¿Posee el archipiélago cubano una diversidad notable en lo tocante a los moluscos, tanto de tierra como de mar?

Sí, Cuba tiene alta diversidad de........

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