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Paseos académicos II. Entre aquí y allí

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11.06.2025

Con mucha frecuencia, los descubrimientos estéticos que se producen por casualidad son los que más duran en la memoria. Preveo que algo así pasará con la inauguración de un ciclo de Filmoteca Española a la que asistí a principios de abril sin haberlo previsto. El ciclo estaba dedicado al cineasta polaco Wojciech Has y ese día se proyectaba su película más famosa, Manuscrito encontrado en Zaragoza, una de esas obras de culto que uno confiesa ignorar con algo de vergüenza. Eso sí, existe un placer muy concreto en descubrir una gran obra de arte que ni siquiera teníamos ubicada en esos panteones de segunda mano que a veces nos formamos.

Manuscrito encontrado en Zaragoza es, efectivamente, una cosa fascinante. Inspirada libremente en la novela homónima de Jan Potocki, narra el viaje de un oficial de la Guardia Valona que viaja a Madrid para ponerse al servicio del rey de España a principios del siglo XVIII. Su viaje queda interrumpido cuando, al atravesar Sierra Morena, se encuentra con una serie de misteriosos personajes que hacen que la trama se vaya enrevesando más y más (y más) a lo largo de las tres horas y media de metraje. La historia principal contiene historias dentro de otras historias que se van acumulando hasta la alucinación. En una de las últimas escenas, desde no se sabe muy bien qué lado del umbral de la locura, el protagonista tiene una visión de sí mismo adentrándose en una última trama que ni él ni nosotros sabremos ya cómo acaba.

Pensé en esta idea de espacios y tiempos desdoblados mientras miraba un cuadro en la Academia de San Fernando. No es una de las obras más accesibles. Para verla hay que recorrer las tres primeras salas hasta llegar a una galería que conecta las dos alas de la primera planta del museo. Es la sala de los penitentes y torturados de Ribera, y al fondo se abre........

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