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Intensidad y diafanidad

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Gabriel Zaid es un autor que desde hace unos pocos años es leído, comentado y discutido. Sus artículos y ensayos sorprenden, hacen pensar, intrigan y, a veces, irritan. Pero la fama de Zaid como crítico de la sociedad puede ocultarnos a otro Zaid, más esencial y secreto: el poeta.

Zaid es un poeta escaso, sea porque escribe poco o porque se exige mucho. Cualquiera que sea la causa, esterilidad o rigor, su escasez es asimismo excelencia. Las primeras composiciones de Zaid son afortunadas y en ellas están ya casi todas las cualidades que después distinguirían a su poesía: la economía, la justeza del tono, la sencillez, la chispa repentina del humor y las revelaciones instantáneas del erotismo, el tiempo y el otro tiempo que está dentro del tiempo.

Zaid no solo dominó pronto las formas cultas de la tradición poética sino que frecuentó también las formas que, inexactamente, llamamos populares; quiero decir: se aventuró en esa corriente de poesía tradicional, muchas veces anónima, a la que debemos algunos de los poemas más simples y refinados –estos adjetivos no son contradictorios– de nuestra lengua.

La poesía de Zaid ha ganado con su inmersión en el idioma coloquial. Lo........

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