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Hitchcock: crímenes compartidos

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30.07.2025

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Como lo hace cada diez años desde 1952, la revista británica de cine Sight & Sound publicó en septiembre de 2012 el listado de “Las películas más grandes de todos los tiempos”. Fruto de una serie de consultas realizadas a 846 críticos, programadores, académicos y entusiastas de las artes visuales de diversas partes del orbe, el listado es considerado como un punto de referencia elemental (si bien algunos argumentan que el enfoque tiende a desestimar filmografías de talante experimental y de zonas geográficas con frecuencia desdeñadas por el ojo anglosajón, como la africana, por ejemplo). La encuesta no solo es una herramienta relevante para detectar cuáles son las piezas que conforman el canon fílmico fundamental, sino que también constituye un barómetro que permite evaluar la relación volátil que cada generación establece con aquellas películas a las que suele considerar como imprescindibles.

En 1952, los expertos consultados determinaron que Ladrón de bicicletas (Vittorio De Sica, 1948), Luces de la ciudad y La quimera del oro (Charles Chaplin, 1931 y 1925, respectivamente) eran las tres películas más grandes de la historia. Las elegidas en 1962 fueron El ciudadano Kane (Orson Welles, 1941), La aventura (Michelangelo Antonioni, 1960) y La regla del juego (Jean Renoir, 1939). En los tres listados subsecuentes (1972, 1982 y 1992), El ciudadano Kane y La regla del juego se mantuvieron en primero y segundo lugares, consolidándose como vacas sagradas en apariencia inamovibles. En 2002, sin embargo, una cinta que había estado fuera de los primeros diez lugares hasta el listado de 1982 escaló a la segunda posición para, finalmente, destronar en 2012 el reinado que Welles mantuvo a lo largo de cinco décadas: Vértigo (1958), de Alfred Hitchcock.

El ascenso de la película ilustra las ironías que definen la obra y al personaje de Hitchcock. Vilipendiada por el público, fue uno de los más sonados fracasos comerciales de un director cuyos triunfos taquilleros ayudaron a consolidar a Hollywood como una industria boyante a mediados del siglo pasado. El rechazo fue tan contundente que, tal y como lo han relatado los realizadores Martin Scorsese y Paul Schrader, conseguir copias del filme durante los setenta era una labor que rayaba en lo titánico. El culto de críticos y cineastas a Vértigo rindió frutos en 1983, cuando la película fue reestrenada en las salas estadounidenses. El éxito de esta segunda vuelta allanó el camino para la exhibición de una versión plenamente restaurada en 1996, la cual gozó de una amplia distribución internacional.

En paralelo a “Las películas más grandes de todos los tiempos”, Sight & Sound elaboró otro ranking consistente en las opiniones de 358 cineastas que publicó en el mismo número de 2012 bajo el nombre de “La lista de los directores”. Cuentos de Tokio, de Yasujirō Ozu, figuró en primera posición, y Vértigo en octavo lugar. La disparidad puede generar la impresión de que Hitchcock ejerce menos fascinación entre los directores. La evidencia apunta en dirección contraria: cuesta trabajo pensar en un realizador con una influencia más intensa en la actualidad. Hitchcock, queda claro, está en todas partes: en la generación que revolucionó el cine estadounidense en los setenta (en los lances estilísticos de Brian De Palma y Steven Spielberg, por supuesto, pero también en los mecanismos de culpa católica que definen al mejor Scorsese); como una influencia permanente en los thrillers de Pedro Almodóvar (La mala educación, La piel que habito, Julieta), donde la inminencia de lo ominoso se traduce en elegancia y color; como una coordenada básica para Wes Anderson, quien lo señala como una inspiración para el diseño miniatura de El fantástico Sr. Zorro y El gran hotel Budapest; en la obsesión por filmar planos secuencia imposibles, presente en Alejandro G. Iñárritu, Alfonso Cuarón y Cary Fukunaga; como teórico de los principios de elongación espaciotemporal puestos en práctica por David Fincher en las secuencias centrales de Seven, Zodiaco y Gone girl (Perdida en español); en la cámara voyerista que persigue a Kristen Stewart en Fantasmas del pasado (2016), de Olivier Assayas; en la turbulencia psicológica de los protagonistas masculinos de Takashi Miike (Audición) y Kiyoshi Kurosawa (Penance), y hasta como tendencia histórica a remontar por cineastas impresionistas como Carlos Reygadas, quien........

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