La flor de la inocencia
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La diplomacia francesa temblaba mientras esperaba el momento, nada lejano, en que Carla Bruni se estrenaría como primera dama en el exterior. El precedente penoso de una primera dama francesa es aquel sentido abrazo que la mujer de Miterrand le dio al comandante Fidel Castro en una visita de Estado. Ahora aquel abrazo histórico, por otra parte inexplicable desde el punto de vista moral, sentimental o estético, parece poca cosa al contrastarlo con las potencialidades de la nueva primera dama. A la par de esas fotografías que se ha hecho sin más prendas que un anillo y unas botas; y del orgullo explícito que le produce ser italiana, y no francesa; circula en la televisión el famoso anuncio del coche Lancia, donde aparece incendiando una limusina, de aires presidenciales, con la lumbre que efectivamente debe tener su fabuloso dedo índice. Por si el mensaje de este anuncio hubiera sido poco, ya existe el siguiente capítulo de la saga donde Carla, hermosa y necrófila, entierra la carcasa carbonizada de la limusina. En su descargo puede argumentarse que estos anuncios fueron rodados antes de su compromiso con Sarkozy, pero esto es una minucia frente al poder de las imágenes por televisión, que nos presentan a la primera dama, en presente perpetuo, haciendo gala del dominio que tiene sobre el fuego. La primera dama francesa ha declarado que los franceses “están siempre de mal........
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