Mi primer muerto: ¿Y?
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Recuérdame
"Al primer muerto nunca lo olvidamos”, escribió un poeta. Ninguno más inolvidable que el mío: una bolsa amoratada sobre la plancha de la morgue, la cabeza apachurrada y una enorme i griega que lo zurcía desde las clavículas hasta el bajo vientre. Desde mis dieciséis años, ese despojo intacto tiene derecho de piso en mi memoria.
Había entrado al Hospital Civil Gonzalitos en Monterrey: una caverna geométrica en la que rebotaban gritos autoritarios o adoloridos que amplificaban la penumbra y el calor espeso. Me perdí entre la marejada de enfermos y parientes, médicos y enfermeras, el tráfico de camillas y sillas de ruedas, hasta encontrar el letrero de informes. Más armado de resignación que de valor, enderecé hacia allí procurando ocultar el carácter clandestino de mi epopeya.
Tres mujeres se apertrechaban tras el mostrador. Cuando llegó mi turno, de acuerdo con mis instrucciones, dije la clave sigilosamente: “Busco a Virgilio Morán.” Las mujeres me miraron con picardía huraña. Manchada de varicela, la primera se lamió coquetamente la dentadura; la otra, muy gorda y con una melena peroxidada, masticó la risita irónica; la........© Letras Libres
