Roma bajo la lluvia
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Stendhal, en efecto, no estaba en Roma, habiéndose ido de esa ciudad el 14 de octubre del año anterior, cuando el cónclave eligió a Pío VIII. No podía ser de otra manera: el contrato suscrito por el escritor por Paseos por Roma está fechado dos semanas antes del 31 de marzo de 1829 en que fue electo aquel papa y el libro, puesto en venta a principios de septiembre de ese año. Con buen cálculo, Stendhal comprometió el libro y fue agregando la información aparecida en la prensa sobre el cónclave, sobre todo la de Henri Simeon, de la Revue de Paris, quien sí estaba de corresponsal en Roma y del que se habrá servido con su habitual falta de escrúpulos. El libro, armado según la forma, muy original entonces, de un diario ficticio llevado por el guía de un grupo de aristócratas franceses, hombres y mujeres, fue un éxito.
En Paseos por Roma, Stendhal, antes de firmar con ese pseudónimo, ensaya todo lo que habrá de ser su literatura. Se trataba, dice Michel Crouzet (uno de sus biógrafos), de una recopilación hecha a partir de préstamos y extractos cuya apariencia engañosa daba la ilusión de decirlo todo sobre Roma: “Un libro-revoltijo, que anunciaba un plan para no seguirlo, que seguía una cronología sin permanecer fiel a ella, un libro que era en sí mismo un paseo; esta vez, Stendhal realizaba realmente el ideal de la escritura-viaje”.
Dice Stendhal: “Esta mañana llovía a cántaros, una verdadera lluvia tropical, cuando un peluquero al que le habíamos prometido algún dinero entró sin aliento y........
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