Galeón San José no debía ser tocado: la intervención improvisada de Petro
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Esta columna fue escrita por el columnista invitado Mario Omar Fernández Reguera.
El pasado reciente ha colocado a Colombia ante un dilema de enormes dimensiones éticas, científicas e institucionales. Lo que el gobierno presentó como un acontecimiento de recuperación patrimonial sin precedentes —la extracción y exhibición de piezas del Galeón San José— fue, en realidad, la manifestación visible de una operación marcada por la precipitación, el secretismo y la ausencia de rigor científico. La recuperación de un patrimonio sumergido no es una simple operación de rescate, sino un proceso altamente complejo, multidisciplinario, y delicado, que debe regirse por los más altos estándares técnicos. Cuando esto no ocurre, los costos no son simbólicos: son materiales, irreversibles, y afectan directamente la memoria histórica de una nación.
El evento, transmitido casi en vivo y diseñado para el consumo mediático, mostró objetos brillantes, húmedos, recién extraídos del fondo marino, como si fueran trofeos rescatados de un pasado glorioso. Sin embargo, detrás del espectáculo, lo que se ocultó fue la inexistencia de protocolos de conservación activos, la exclusión de la comunidad científica y el uso de un yacimiento arqueológico como herramienta propagandística. Esta operación, lejos de ser un modelo de intervención patrimonial, constituye una grave advertencia sobre cómo los intereses políticos pueden socavar, e incluso destruir, el patrimonio cultural de una nación cuando no existen las garantías técnicas mínimas.
¿Qué justifica la extracción de piezas del Galeón San José y la alteración de su contexto arqueológico? Hasta el momento, ni el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh) ni el Ministerio de Cultura han ofrecido una explicación técnica, pública y verificable que respalde esta intervención. Las autoridades han evitado referirse a los criterios científicos que motivaron la operación y no han presentado protocolos claros que demuestren que las condiciones mínimas de conservación estaban garantizadas.
Es ampliamente aceptado entre arqueólogos y conservadores que el mejor lugar para preservar el patrimonio subacuático es precisamente su contexto original. Las condiciones de presión, oscuridad, temperatura y ausencia de oxígeno en el lecho marino profundo proporcionan un entorno de estabilidad que ningún laboratorio puede replicar completamente. Solo causas de fuerza mayor —como riesgo inminente de destrucción, impacto por obras de infraestructura, tráfico ilegal o deterioro acelerado documentado— podrían justificar científicamente una extracción de este tipo. Y hasta ahora, ninguna de esas causas ha sido demostrada por las autoridades competentes.
En diversos eventos y charlas académicas en las que he participado, representantes del gobierno colombiano afirmaron que se realizarían únicamente extracciones puntuales de pequeños fragmentos, con fines de análisis, y que serían tomadas de zonas periféricas del sitio, alejadas del núcleo más sensible del yacimiento. Sin embargo, la reciente recuperación de un cañón contradice por completo esa postura. No se trató de una muestra menor ni de una prueba controlada: fue una pieza estructural, icónica y central dentro del pecio, cuya extracción implica la alteración irreversible de su contexto arqueológico.
Esta contradicción entre lo anunciado y lo ejecutado aumenta la preocupación sobre la falta de planificación y transparencia en el manejo del patrimonio sumergido. Extraer sin una justificación técnica sólida no sólo es científicamente irresponsable, sino también éticamente cuestionable.
El Galeón San José no es una leyenda dorada ni un mito colonial: es uno de los contextos arqueológicos subacuáticos mejor preservados del mundo. Hundido en 1708 en el marco de la Guerra de Sucesión Española, el San José no representa únicamente un navío hundido con riquezas. Es un archivo físico que encapsula en su interior un universo entero: relaciones comerciales, rutas transoceánicas, ingeniería naval del siglo XVIII, jerarquías sociales a bordo, prácticas médicas y militares, intercambios culturales entre Europa y América, y muchas otras dimensiones que no pueden ser comprendidas sin una aproximación científica.
En la arqueología subacuática, el contexto es tan valioso como los objetos. La forma en que un ancla reposa respecto al casco, la ubicación de las vasijas, el tipo de amarre, la naturaleza de los materiales de carga y los restos humanos o animales —todo habla. Alterar ese ecosistema sin documentarlo exhaustivamente es equivalente a arrancar páginas de un códice antiguo y esparcirlas........





















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