La octava, por Rosa María Palacios
Como cada sábado, trataba de escribir una columna sobre el sueldo de la presidenta y explicar porque las asignaciones de funcionarios públicos electos por voto popular no pueden definirse por meritocracia. Digamos que su entrevista de trabajo la terminamos el día en que votamos. Y en esas estaba, revisando el artículo 39 de la Constitución cuando un amable vecino de mi barrio en Miraflores me escribió urgente: “en el pasaje se están organizando unos manifestantes para ir a su casa”. Barrio viejo, donde vivo hace más de 30 años, el chisme va veloz como un rayo. Acompañaba el texto con un par de fotos con los habituales acosadores. Nada nuevo.
PUEDES VER: EDITORIAL | La protesta en tiempos de impunidad
En mi casa solo estaban dos personas. Ya entrenadas en estos menesteres, saben que no deben salir. Las cámaras de seguridad graban todo y los vecinos, que cada día están más organizados, tienen una capacidad de registro notable. Esta vez no llegaban ni a 10 sujetos. Es la octava vez que me atacan desde que empezaron en febrero del 2023, coincidiendo con las protestas contra Dina Boluarte. Muchos de sus actos de acoso coincidieron con ataques a la sede del Ideele (antes a tres cuadras de mi casa) y con el departamento de José Domingo Pérez, también muy cercano.
Siempre son los mismos, que son parte de un ecosistema que sus víctimas hemos bautizado como “La Pestilencia”. Dicen ser parte de micro organizaciones con nombres como “los combatientes”, “la........
© La República
