Habla, causa: ¿qué nos cuentan sobre su vida los reos de los penales?, por Javier Herrera
Contrariamente a lo que podríamos imaginar, los penales no son lugares en donde impera el caos sino más bien lugares con jerarquías establecidas y territorios bien delimitados. El mundo del hampa tiene sus códigos. En el libro “Faites y atorrantes”, José Pérez Guadalupe nos describe un mundo carcelario con sus “barrios” y sus jerarquías. Guadalupe recoge los testimonios de los internos quienes señalan que “no es lo mismo un pescuecero (que asalta con cuchillo) que un apretón (que asalta con pistola); no es lo mismo un ciego (un primerizo en la cárcel) que un canero (con experiencia carcelaria); en definitiva, no es lo mismo un atorrante que un faite” (*).
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Las políticas de seguridad ciudadana han sido políticas cojas, pues han marchado sobre una sola pierna al centrarse exclusivamente en la represión, una vez consumado el hecho delictivo. Interviene cuando las personas ya “perdieron”, ya sea que les robaron, las extorsionaron, las violaron y en el peor de los casos las asesinaron. Y, aun así, la policía actúa como en el juego de la “gallinita ciega”, dando de palos con los ojos vendados a una esquiva piñata. Ello ocurre por no tener una brújula y no considerar la verdadera dimensión del problema. Las encuestas de victimización nos revelan que el 85% de los delitos no son denunciados por diversas razones, entre las que destaca el sentimiento de que “es una pérdida de tiempo”. La actualidad nos lo recuerda cada día. Los extorsionadores operan en toda impunidad desde sus (iba a decir oficinas) celdas en las prisiones en las cuales cuentan con celulares y servicios de internet de una calidad envidiable para muchos hogares en los mismos distritos.
Las consecuencias para........
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