menu_open Columnists
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close

Un influencer para cada ser humano: uno mismo, por León Sarcos

13 0
15.08.2025

No te pliegues. No lo diluyas. No intentes hacerlo lógico. No adaptes tu propia alma a las costumbres de los demás. En lugar de todo eso sigue tu obsesión implacablemente. Franz Kafka

Lo terminé aceptando bien tarde una mañana del año 2020. Ya se desataba con toda su estrepitosa fuerza destructiva el virus que amenazaba a la humanidad y la gente lucía expectante ante sus devastadores efectos que ya se hacían sentir en cada espacio del planeta. Me tocó quedarme en Venezuela con las dos hermanas mayores. Una de 86 que siempre se encargó de los quehaceres domésticos y del cuidado de los menores que fuimos cinco. La otra de 84, que trabajó más de 40 años de pie; los primeros 10 en una tienda de telas y después, durante más de 30, como demostradora de belleza de Max Factor. Las dos eran solteras y sin hijos.

Nunca había demostrado, la mayor, ningún sentimiento que no fuera el silencio de la rutina; en este caso, organizar la vida cotidiana, limpiar todo, y hacer la comida para los que estuvieran y los que llegaran. Era una mañana igual que muchas, cuando después de 70 años, habló serenamente como si no pasara absolutamente nada, solo pausaba el silencio, cuando dijo:

Amanecí descompuesta, no quiero hacer nada. No tengo ganas. No me siento bien. Resuelvan ustedes lo que van a comer y hacer en adelante. Todos los días no son iguales y el cuerpo no responde igual. Descubrí que soy diferente.

Le dije: no te preocupes, dime qué quieres tú, y yo lo preparo. Su silencio se hizo más hermético. Y yo salí a buscar algo que compensara su malestar: unas mandocas, queso y jugo de naranjas para las dos. Las comieron como si fueran manjares, pero ya ella nunca más fue la misma. Había roto cadenas. Todas sus elecciones eran a su gusto y compartía con intenso placer todas las variantes de música, selecciones sobre comida y anuncio de caminos a tomar en donde le diéramos decisión. Empezó a ser ella, pero también, de forma simultánea, comenzó a despedirse.

Lo siento, venimos a hablar de influencers, y ella solo tuvo a mis padres y los principios cristianos y la educación básica que ellos de buena fe le dictaron. Insuficientes, primarios, castradores por ignorancia, limitados, encorsetados y bien apretados con las cintas morales con las que se amarraban las ganas de compartir, volar, soñar y vivir de aquellos años.

Los influencers son tan antiguos como el mercado

La energía y la persistencia conquistan todas las cosas. Benjamín Franklin

El concepto de influencer ha variado a lo largo del tiempo, con orígenes que se remontan a figuras públicas de la antigüedad, como los gladiadores romanos apuestos y sugerentes modelos varoniles que ofrecían en venta el vino y el aceite de oliva, pasando por los influyentes de ideas religiosas como Jesús de Nazaret, o en el arte del ballet clásico, como Serguei Diaguilev.

Solo que el mercado ha sido tan mezquino que ha acaparado para sí el término, y la revolución tecnológica digital terminó de apropiárselo para regalárselo al mundo de todo aquel que indiscriminadamente quiera vender un producto, desde una sierra eléctrica hasta un pedazo de las curvas euclidianas promocionadas por un proxeneta en las redes para ofrecer en menú a distintos precios.

Todos podemos ser influencers, el problema, muy grave, gravísimo, es que muy pocos reúnen condiciones para ser influyentes. Pues hay que unificar suficientes atributos morales, méritos intelectuales, valores éticos y estéticos para calificarlos como tales, y sobre todo y especialmente, tener algo que valga, a conciencia, ofrecer que no sean trastes, comestibles, modas, cremas, perfumes, ropas, licores o estilos de vida. Y he aquí el principal de los asuntos: una cosa son las ideas o las ideologías políticas o religiosas, otra bien distinta las nomenclaturas que califican el arte y la ciencia, y otra bien diferente las que clasifican a una marca o producto para que tenga algún valor agregado a su simple uso en el mercado.

Estamos hablando de tres planos mínimos que la revolución digital, arbitraria e interesadamente, pretende meter en un solo saco. El mundo de las ideas y la religión, el espacio del arte y la ciencia, y el mercado de los corotos por decirlo de la manera más simple, donde entran desde una licuadora hasta las preciosas nalgas de Jessie Rogers. Asuntos bien diferentes; de cargas filosóficas, políticas, religiosas, económicas, estéticas, sensuales y prácticas absolutamente diferenciadas y de muy distinta catadura y significado.

Una diferencia vital entre influyente e influencer

La lógica te lleva de la A hasta la Z. La imaginación a cualquier lugar. Albert Einstein

Siento que obligados estamos a realizar una aclaratoria que nos permita entender el propósito y alcance bien diferenciados de estas dos categorías: el influyente es una persona que con o sin las redes sociales, tiene la capacidad de generar cambios significativos en la forma de pensar o actuar de otras personas, ya sea en su comunidad, en su entorno profesional o laboral, y a nivel político, económico, social y cultural. Su influencia se centra en su conocimiento, su credibilidad, su prestigio y su capacidad para persuadir a su entorno en su proceso de interacción personal, político, social y cultural.

La principal diferencia entre un influyente y un influencer es que el mundo de los influyentes es ilimitado y espacialmente infinito. El de los influencer está limitado a las plataformas digitales y a las redes. Su influencia está concentrada en sus........

© La Patilla