León Sarcos: El arte de dudar o los muchos que somos
La duda modesta es el faro de los sabios. William Shakespeare
La duda: la escuela de la verdad. Sir Francis Bacon
Duda de todo y encuentra tu propia luz. Buda
Yo no dudo porque tengo varias opciones. Yo dudo porque hay otros dentro de mí que tienen diferentes convicciones. La duda nace de buscar en los muchos que hay en uno quién es el que puede rebelarse o reforzarte, enfrentarte o doblegarse, integrarse o acabar contigo. Cuáles de tantos de los postulados de tu religión son tan débiles para causarte inquietud. Cuáles de las figuras de la historia son exaltadas por encargo, cuáles son auténticas y cuáles falsificadas. Qué es lo que nos forma y qué es lo que nos deforma. Quién dice que hace bien para hacernos virtuosos o quién dice que hace mal para hacernos canallas. Qué hace bien al cuerpo para procurarle placer y qué para mantener la especie.
Si no nos conocemos, no estamos capacitados para dudar. Dudar nace de aprender a mirarnos y mirar. Por eso la esencia de la filosofía para Heráclito es admirar, que no es otra cosa que mirar después de muchas veces, maravillado. Temprano elevamos convicciones sustentadas en creencias que traemos y fundamos, y que la socialización, el entorno y ‘‘los otros’’ nos van moldeando. Y no es una tarea fácil, porque ese proceso nos enseña a diseñar una utopía personal que nos convoca a una o varias elecciones, donde vamos apartando opciones que solo se evocarán en el momento del tiempo recobrado, cuando aún en la espera, según mis cavilaciones, no todo está perdido.
Nos curamos de nuestras creencias mediante la reflexión que nos da referencias teóricas. Sin esa dimensión de racionalidad el hombre se vería guiado al fanatismo, que no es otra cosa que la aniquilación de sus creencias con la verdad. Porque las creencias no son susceptibles de una justificación teórica, pero eso no implica que no sean justificables en lo absoluto. Es necesario dar de ellas una justificación pragmática –en otras palabras, se verifican por sus resultados prácticos–. El pragmatismo siempre ha estado ligado al escepticismo anti dogmático.
El arte de dudar, de Óscar de la Borbolla
Saber mucho es a menudo la causa de dudar más. Montaigne
Este filósofo mexicano ha producido un libro encantador, titulado El arte de dudar, de una gran riqueza epistémica, escrito de manera amena, profunda e inteligible –pocas veces logrado por autores de esta disciplina, la filosofía– que tomaré como referencia, aunque la senda para indagar sobre el tratamiento y las conclusiones sean distintas a la dirección de mis comentarios.
Acepto su abordaje del tipo de duda, sea existencial o acerca del conocimiento, solo que mi exploración e interpretación del tema desemboca en un camino diferente, y para muchos inédito, al de, de la Borbolla: la duda tan corrosiva como el agua de mar, el ácido muriático, la desconfianza y el tiempo… La duda que nos detiene, nos paraliza, que puede llegar a obsesionarnos. Y, también, la duda que es capaz de socavar los cimientos del conocimiento y echar abajo el edificio entero del saber –hazaña realizada por Descartes, con su duda metódica–.
Y por qué no también, la duda de a quien le flaquea la fe y pone en duda la existencia de su dios; es decir, no la certeza del ateo ni la certeza del creyente, sino la duda que es el espacio en el que pueden encontrarse el ateo y el creyente. Me interesa –dice de la Borbolla, y a mí también– ese estado de inestable equilibrio entre el sí y el no. Ese de veras suspender el juicio y no saber si es blanco o negro, bueno o malo… La duda de la que hablo es esa que suscita el sencillo ‘‘que’’ ante el universo.
Para de la Borbolla, la idea de una vida finita es una verdad absoluta: uno cree que son importantes la fama, el éxito, el dinero, el poder, y cuando te encaras a este principio -para el que para mí no hay más allá, sino que simplemente es un precipicio hacia el abismo–, todas las cosas que considerabas valiosas de este lado se derrumban, se disuelven, pierden su importancia. La muerte, justo quizás sea la única certeza, es la que mina todo lo que aparentemente está en un pedestal.
El corte de, de la Borbolla
La duda es más cruel que la peor de las verdades. Voltaire
Una vez hecha buena parte de sus reflexiones, de una profunda riqueza para el tratamiento del tema, de la Borbolla hace un corte que me servirá de punto de partida a mis argumentaciones:
Nuestro presente es la materialización de nuestra utopía personal, el resultado de lo que diseñamos para nosotros, y hoy somos eso nos guste o no. Supongo que todos estamos al margen de nuestras respectivas edades. Con algo o con mucho entrenamos, quiero decir que acariciamos un proyecto, queremos algo, o buscamos algo todavía.
Esto significa que aún esperamos, que vivimos con la coartada de que tenemos un futuro por delante y eso nos sirve para ver la vida con gesto retador, y, sobre todo, para sentir que el punto en el que estamos, no es definitivo, que todavía nos falta. Sin embargo, el futuro es este momento en el que estamos pues el ahora es siempre el mañana de algún ayer. Siempre estamos ya en el futuro o, dicho de otro modo; vivimos en ese diseño que planificamos en una estación que quedó atrás.
En algún momento, la cuenta de cada uno quedará cerrada y habremos sido eso: una utopía trunca, un sueño a medias; porque la realidad, o, mejor aún, la realización entraña el principio de la ruina y, por eso, ni a Dios le salió bien el mundo y, por eso también, solo en el territorio intangible de nuestros sueños nos es dable concebir la........© La Patilla
